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Actualizado: 15 de septiembre de 2024
Sr. Duque del Infantado. Por último citaremos á otro sevillano doctísimo y gran bibliófilo D. Juan Lucas Cortés, del cual D. Justino Matute dice: Fué tan afecto á libros, que acopió una librería que se vendió en 40.000 ducados por su muerte, sacados los gastos .» Hasta aquí las noticias que teníamos reunidas, de las que nos habían salido al paso al efectuar otras investigaciones.
Juan de la Encina el primero, Aquel insigne poeta, Que tanto bien empezó, De quien tenemos tres églogas Que él mismo representó Al almirante y duquesa De Castilla y de Infantado, Que estas fueron las primeras.
También es de advertir, como resto de la independencia y tenacidad cántabras, que en estos edificios a ella agregados, donde se notan detalles del siglo XV junto a obras del XVI y siguientes hasta del actual, no hay ningún otro escudo que el de la torre, ya descrito, si bien dos puertas interiores de esta casa que hizo el Alcaide de Argüeso, cuyo castillo le chocó a usted tanto ayer, según me han dicho, entonces condenado a muerte y salvado por la influencia de su pariente el Duque del Infantado, tienen escudos lisos, no sé si para ser labrados allí, aunque esto se haría mejor antes de ponerlos en su sitio, o por haber sido picados en pena de las «Comunidades», que siguieron y acaudillaron en este país el señor de esta casa y el de la de Hoyos, hermano de Juan Bravo, el descabezado en Villalar... Y se acabó la historia, porque desde entonces, amigo mío, las casas de mayorazgo y parientes mayores de la Montaña, no tuvieron poder más que para pleitos, o para poner una pica en Flandes, un aventurero en América, o un voluntario como el manco insigne de Lepanto, mientras los Grandes se disputaban, por las antecámaras o retretes de Palacio, los virreinatos y encomiendas, o las «llaves» de su servidumbre.
Mientras tanto, disponíase en la antecámara la aristocrática ceremonia, instituida en rigor de verdad por el emperador Carlos V, cuando limitó el privilegio de cubrirse ante el rey, común antes a todos los títulos, a doce Grandes de España, que se llamaron desde entonces Grandes de primera clase, y fueron los duques de Medinasidonia, Alburquerque, Infantado, Alba, Frías, Medina de Rioseco, Escalona, Benavente, Nájera, Arcos, Medinaceli y el marqués de Astorga.
Es del Duque del Infantado dijo el Cojuelo , cabeza de los Mendozas y Sandoval de varón, marqués de Santillana y del Cenete, conde de Saldaña y del Real de Manzanares, hijo y retrato de tan gran padre.
En el otro papel hallábase copiada esta cláusula del testamento de doña Leonor Manrique de la Cerda, repartiendo entre sus parientes un hábito de su primo hermano, el venerable padre fray Alonso de Luján, religioso capuchino: «Mi señora, la duquesa del Infantado, escoja la pieza que le pareciere, y otra se dé al conde de Salvatierra, y otra al conde de Montijo, y otra a mi sobrina doña Catalina, marquesa de Paracuéllar, y el cordón se dé al conde de Salinas, mi sobrino, que lo tenga y venere como cordón y reliquia de un tan venerable y santo varón como yo lo he tenido; y una cogulla que yo tengo del dicho padre fray Alonso mando también a mi señora duquesa, y le suplico la dé cuando a su excelencia le pareciere al conde del Cid, y la pieza que su excelencia escogiere, la dé al duque de Béjar, de cuya casa era muy devoto el dicho padre fray Alonso.»
Los que van con él son el Marqués de Almenara, el más bizarro, galán y bien visto de la Corte, hijo del gran Marqués de Orani, el Almirante de Aragón, perfecto caballero, el Marqués de San Román, caballero de veras, heredero del gran Marqués de Velada, rayo de Orán, de Holanda y Gelanda, y su hermano el Marqués de Salinas, que iguala el alma con el cuerpo, copias vivas de tan gran padre, y don Iñigo Hurtado de Mendoza, primo del Duque del Infantado, grandes caballeros todos y señores, que ellos solos pueden alabarse a ellos mismos con decir quién son; que todas lenguas de la Fama no bastan.
Que tanto bien empezó, De quien tenemos tres églogas, Que el mismo representó Al almirante y duquesa De Castilla y de Infantado, Que estas fueron las primeras.
Decía así Felipe IV a su embajador en Roma el Duque del Infantado: «He visto vuestra carta de 6 de Noviembre del año pasado, en que me dais cuenta de lo que iba obrando Velázquez, en lo que tiene a su cuidado, y pues conocéis su flema, es bien que procuréis no la ejecute en la detención en esa corte, sino que adelante la conclusión de la obra y su partencia cuanto fuere posible, y de manera que para últimos de Mayo o principios de Junio pueda hacer su pasaje a estos reinos, como se lo envío a mandar si estuviere con disposición dello la obra, y así os lo encargo, y que en orden a esto le asistáis cuanto fuere posible, que para mayor facilidad dello envío a mandar al Conde de Oñate, le asista con el dinero que le hubiere dejado de enviar, según lo que necesitare, porque no tenga excusa ni pretesto que pueda obligarle a diferirle, y porque juntamente le he mandado que haga venir a esta corte a Pedro de Cortona, pintor del fresco, y que para ajustar la forma en que esto hubiere de ser, se valga de nuestra autoridad.
Se halla contigua á la anterior por el poniente: la fundó antes del año 1616 el Inca Garcilaso de la Vega, natural del Cuzco, hijo de D. Pedro Suarez de Figueroa, y se halla sepultado en ella: á los lados de su altar, en dos lápidas de jaspe negro, tiene la siguiente inscripcion con letras doradas: «El Inca Garcilaso de la Vega, varon insigne digno de perpétua memoria, ilustre en sangre, perito en letras, valiente en armas, hijo de Garcilaso de la Vega, de las casas de los duques de Feria é Infantado y de Elisabet Pella, hermano de Huayna Capac, último emperador de las Indias, comentó la Florida, tradujo á Leon Hebreo y compuso los Comentarios reales.
Palabra del Dia
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