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Harto premiado está ya con ser esposo de doña Clara; sólo os pido una cosa, señor. ¡Qué! Que me perdonéis si por amor á vos, por la dignidad de la monarquía, pude ser una vez imprudente. Y la reina se arrojó á los pies del rey. ¡Oh! ¡no! ¡no! ¡en mis brazos, que tan ansiosos están de ti! ¡en mis brazos, Margarita mía! ¡oh, qué hermosa eres! Y besó á la reina en la frente.

Donna Olimpia así lo recomendaba diciendo: Nada de malos tratamientos. No le hagáis el menor daño. Hasta podéis desatarle las manos cuando esté en el desván y llevarle de comer y de beber y un colchón para que duerma. Dirigiéndose luego a Miguel de Zuheros, donna Olimpia le dijo: Yo os ruego, señor, que me perdonéis el grave disgusto que os ha causado el venir a verme.

puedo dijo don Francisco; y tiró adelante, siguiendo al maestresala, que después de haber atravesado algunas habitaciones más suntuosas y mejor alhajadas que las de palacio, abrió con un llavín una mampara, y dijo á Quevedo: Pasad y esperad; mi señor me manda rogaros le perdonéis si tardare. Y el maestresala cerró la mampara.

No debéis de conocerme. Si el Rey no viene a prenderme, No hay en todo el mundo quién. REY. ¡Pues yo soy el Rey, villano! PELAYO. ¡Santo Domingo de Silos! D. TELL. Pues, señor, ¿tales estilos Tiene el poder castellano? ¿Vos mismo? ¿Vos en persona? Que me perdonéis os ruego. REY. Quitadle las armas luego. Villano, ¡por mi corona, Que os he de hacer respetar Las cartas del Rey!

¿Cómo podré yo hacer dijo al fin , que vos me perdonéis la desgracia de no haberos conocido antes? No blasfeméis de vuestra fortuna dijo gravemente Dorotea ; Dios os ha dado en doña Clara una mujer digna de vos. Amadla, reverenciadla, alegráos como de una felicidad inmensa de que sea vuestra esposa.

De como Miguel de Cervantes supo lo que le bastó para meterse en una aventura de más empeño que la más atrevida en que osó meterse cualquiera de los Doce Pares. Ruegoos, amigos míos, dijo doña Guiomar, me perdonéis si tan largo rato he estado apartada de vosotros, que gran causa ha habido para ello. Y refirioles a seguida lo que el familiar de la Inquisición había ido a decirla.

-Engañado he vivido hasta aquí -respondió don Quijote-, que en verdad que pensé que era castillo, y no malo; pero, pues es ansí que no es castillo sino venta, lo que se podrá hacer por agora es que perdonéis por la paga, que yo no puedo contravenir a la orden de los caballeros andantes, de los cuales cierto, sin que hasta ahora haya leído cosa en contrario, que jamás pagaron posada ni otra cosa en venta donde estuviesen, porque se les debe de fuero y de derecho cualquier buen acogimiento que se les hiciere, en pago del insufrible trabajo que padecen buscando las aventuras de noche y de día, en invierno y en verano, a pie y a caballo, con sed y con hambre, con calor y con frío, sujetos a todas las inclemencias del cielo y a todos los incómodos de la tierra.

¿Palabras de amor?... dijo riendo la dama, que se tranquilizó porque en la turbación, en las miradas del joven había comprendido su alma. Os ruego otra vez que me perdonéis. ¡Pero, caballero, si no me habéis ofendido! únicamente me habéis dado un susto horrible, porque había quedado en vuestro poder esta joya y yo no os conocía.

Supuesto que esto es así, No es mucho que yo me atreva Á pediros en su nombre, Que por la gran reverencia Que se les debe á sus obras, Mientras se hacen sus comedias, Que las faltas perdonéis De los que las representan. Entre sus églogas, hay algunas en castellano de carácter muy dramático, quizás destinadas á la representación.