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Armose el consiguiente motín, los bípedos se resistieron a abandonar sus franquicias, acudieron a la prensa, dijeron que el echar árboles al suelo era propio de los pueblos primitivos, y que es muy fácil construir una casa, pero que un árbol nadie lo construye mas que la naturaleza; hablaron del hacha devastadora y se autorizaron el dudar de los sentimientos poéticos de los concejales.

Habían de vivir siempre en guardia contra las asechanzas del blanco, el más maligno de los bípedos, terrible residuo de todas las aventuras y desesperaciones de Europa. El combate con el microbio era también un gran peligro en esta guerra por la civilización de la tierra virgen.

En seguida se caía a plomo sobre los republicanos; se les abrumaba de invectivas, se les deportaba, se les fusilaba, se les decapitaba y se les hacía picadillo; pues bonapartistas y legitimistas se unían en un odio común, para barrer de la faz de la tierra a tales bípedos.

Del silencio de la arboleda surgían gritos de pájaros invisibles, saludos burlones a los bípedos que avanzaban en el silencio junto a los matorrales, evitando destacar sus siluetas sobre los espacios de tierra blanca; menudas carreras que denunciaban el medroso despertar de los conejos, asustados por los pasos cautelosos de la cuadrilla. Maltrana dudaba de la realidad.

Algunos refieren la historia del paseo de coches diciendo que a cierto caballo inglés, hastiado de tanto ir y venir a la Castellana, acometido del spleen y en peligro inminente de suicidarse, se le puso un día entre las dos orejas el hollar los jardines privilegiados; insinúa su extravagante deseo al amo, le da algunas razones, y últimamente le persuade a que interponga su influencia para que de allí en adelante se extienda el privilegio de los bípedos a los caballos lucios y bien educados.

D. Félix las admiraba: se le hacía la boca agua cuando pasaba cerca de ellas: hubiera dado tres veces su valor por adquirirlas. Pero aún más las admiraba y las veneraba su criado Manolete. Ninguno más aficionado que él á los prados feraces entre los bípedos y acaso entre los cuadrúpedos. ¡Cuántas veces había insinuado á su amo que tratase de comprar estos prados!

El clima influye de igual manera en los animales bípedos que en los cuadrúpedos. Las terribles lecciones y las duras enseñanzas que estas luchas hayan dado á los filipinos, habrán servido para mejorar su moral y robustecerlos.

Tan cierto, como que os lo digo, señorita. Y aplicó un escobazo a los restos de legumbres que se hallaban por tierra, y los hizo desaparecer con tanta destreza, como si hubieran representado a los bípedos, blanco de su antipatía.

Así hablan los caballos a menudo; y a menudo también los amos. Por una de las calles laterales y antiguas caminan los bípedos de la burguesía, contemplando sin pestañear el fastuoso cortejo de los cuadrúpedos aristocráticos. Cuando se cansan de caminar, toman asiento en las sillas metálicas puestas allí adrede para mirarse cómodamente.