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Ocupa el palacete de Rostand la cima de un altozano situado en la confluencia de los ríos Nive y Arnaga. Un trozo del bien cuidado jardín que la rodea es copia afortunada del «Petit Trianon» versallés. Los terrenos colindantes, sembrados de encinares, son feraces y agrestes, y en la quietud estrellada de las noches de estío se oye la voz del Nive, espumoso y violento.

Aunque la Nueva Guinea o Papuasia es la isla más grande del mundo , una de las más espléndidas y también de las más feraces y productivas, es de las regiones menos conocidas, por extraño que parezca. Hasta hoy mismo se tienen muy imperfectas noticias sobre sus costas y poquísimas sobre sus regiones interiores.

El día, pues, que un Gobierno nuevo dirija a objetos de utilidad nacional los millones que hoy se gastan en hacer guerras desastrosas e inútiles y en pagar criminales; el día que por toda Europa se sepa que el horrible monstruo que hoy desola la República y está gritando diariamente muerte a los extranjeros ha desaparecido, ese día la inmigración industriosa de la Europa se dirigirá en masa al Río de la Plata; el nuevo Gobierno se encargará de distribuirla por las provincias; los ingenieros de la República irán a trazar en todos los puntos convenientes los planos de las ciudades y villas que deberán construir para su residencia, y terrenos feraces les serán adjudicados, y en diez años quedarán todas las márgenes de los ríos cubiertas de ciudades, y la República doblará su población con vecinos activos, morales e industriosos.

Últimamente tomó afición a una finca de labor y recreo que poseía en las inmediaciones de la población y comenzó a mejorarla notablemente. Denominábase la Granja: distaba poco más de dos kilómetros de Lancia: tenía una casa grande y vieja y destartalada: a espaldas de ella un hermoso bosque de robles y delante grandes y feraces praderas.

Era, como casi todas las rectorales de aldea, pobre de aspecto, rodeada de huertas extensas y feraces, y tenía en la fachada principal un largo balcón de madera sin pintar, guarnecido todo él por una parra cuyos pámpanos estaban ya marchitos. La puerta, ennegrecida por el tiempo, no tenía llamador. Se vió precisado á dar dos golpes sobre ella con la palma de la mano.

Naves, alzad las flámulas hermosas Envueltas por las nubes magestuosas Del humo del cañon, Conmemorando los gloriosos dias En que Chile botó á las ondas frias En leño audaz su invicto pabellon. Campos feraces do la mies ondea, Selvas en donde el pájaro gorjea, Rios que vais al mar: Un himno alzad con voz estrepitosa, Que os fecundó la sangre jenerosa Que enrojeció las gradas de su altar.

Porque él ha perseguido el nombre europeo, y hostilizado la inmigración de extranjeros, el nuevo Gobierno establecerá grandes asociaciones para introducir población y distribuirla en territorios feraces a orillas de los inmensos ríos, y en veinte años sucederá lo que en Norteamérica ha sucedido en igual tiempo: que se han levantado como por encanto ciudades, provincias y Estados en los desiertos en que poco antes pacían manadas de bisontes salvajes; porque la República Argentina se halla hoy en la situación del Senado romano que, por decreto, mandaba levantar de una vez quinientas ciudades, y las ciudades se levantan a su voz.

Este punto, cuyos terrenos son los mas feraces que pudieran encontrarse, me ha parecido muy conveniente para el establecimiento de un puerto cuando lleguen á entablerse las comunicaciones comerciales con la provincia de Moxos.

En Norteamérica las márgenes del Mississipí y de sus afluentes se han cubierto en menos de diez años no sólo de populosas y grandes ciudades, sino de Estados nuevos que han entrado a formar parte de la Unión; y el Mississipí no es más aventajado que el Paraná; ni el Ohío, el Illinois y el Arkansas recorren territorios más feraces ni comarcas más extensas que las del Pilcomayo, el Bermejo, el Paraguay y tantos grandes ríos que la Providencia ha colocado entre nosotros para marcarnos el camino que han de seguir más tarde las nuevas poblaciones que formarán la Unión argentina.

En los terrenos feraces, si se siembra trigo y se cultiva bien, el trigo nace en abundancia; pero no dejan de nacer cizaña y otras yerbas perniciosas; y, sin embargo, no es razón que, a fin de evitar que la cizaña nazca, se quede por cultivar el terreno y no se eche en él buena simiente.