United States or Aruba ? Vote for the TOP Country of the Week !


Como tenía la certeza de que Atilio no se dejaría convencer, había buscado un segundo padrino. Pensó un instante en ir á Mónaco para hablar á Novoa. Luego se acordó de sus relaciones con Valeria. Esta visita equivalía á hacérselo saber todo á la duquesa.

Creyó contemplar el paisaje más hermoso de la tierra. ¡Qué interesantes las viejas fortificaciones! ¡Qué grande hombre Alberto de Mónaco al construir esta ruta asfaltada y solitaria, para que él marchase prendido por su boca á la boca de una mujer!...

El coronel volvió á acordarse del viejo campesino que, apacentando sus ovejas en la ladera alpina, pasaba las horas con los ojos fijos en la maravillosa ciudad extendida á sus pies, en el mismo lugar que había visto de joven cubierto de matorrales. Entonces nació Monte-Carlo. Frente al peñón de Mónaco, formando la otra ribera del puerto, había una meseta abandonada.

Según el paradójico Castro, habían muerto hacía muchos años, pasaban la noche en el cementerio de Mónaco, y vistiéndose con los harapos de los otros cadáveres subían al Casino, por la fuerza de la costumbre, para contemplar una vez más el escenario de su remota juventud.

Esta meseta salvaje era apodada, por sus grutas, «Las Espeluncas». Algo de lo que ha visto usted en el Museo Antropológico de Mónaco: hachas de piedra, restos humanos, etc., procede de esas cavernas... Y la meseta abandonada se convirtió, en una docena de años, en la gran ciudad de Monte-Carlo, de fama mundial, dejando obscurecido y casi olvidado en el peñón de enfrente al histórico Mónaco, que no es ya mas que uno de sus arrabales.

Caminaron lentamente en el crepúsculo. Arriba, la luz anaranjada del ocaso enrojecía suavemente las aristas de la roca, las arboledas, las fachadas blancas. Al borde del mar, la sombra era azul, una sombra de noche lunar. El cielo ensangrentado por la puesta del sol permanecía invisible para ambos detrás del peñón de Mónaco.

Y Mónaco quedaba aislado dentro de Francia, con su soberanía bien reconocida; pero la tal soberanía no abarcaba mas que una ciudad única en la meseta de un peñón, un pequeño puerto y unos alrededores cubiertos de plantas parásitas: casi el terreno que recorre un burgués pacífico en su paseo después del almuerzo. ¿Cómo iba á sostenerse el minúsculo Estado?... El juego lo salvó.

Eran inválidos ó convalecientes que recorrían los jardines á la salida del Museo; vecinos de Mónaco que regresaban á sus casas después de haber tomado el sol en un banco; gruesas comadres que guardaban su calceta en un bolso; ancianos apoyados en un bastón, que tal vez no se habían embarcado nunca, pero tenían un aspecto de viejos marinos genoveses.

Y mientras ella se fingía algo enfadada para evitar nuevas explicaciones, Miguel recordó el rosario de Satán del amigo de Lewis y sus extraños adornos. El carruaje empezaba á ascender por la cuesta de Mónaco. Los buques y el puerto parecían hundirse gradualmente á cada vuelta de sus ruedas.

El yate estaba inmóvil en el puerto de Mónaco. Casi toda su tripulación, compuesta de italianos, franceses é ingleses, lo había abandonado para ir á servir en las flotas de sus naciones. Sólo unos cuantos españoles continuaban á bordo, para mantener la limpieza del buque. El Gaviota II fué rebautizado por el Almirantazgo inglés antes de cederlo á la Cruz Roja.