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General de la escuadra de Sicilia, D. Berenguer de Requesens. 10 galeras, 2 de ellas del Marqués de Terranova, 2 de Mónaco, 2 de Visconte Cicala. General de la escuadra pontificia, Flaminio de Languillara . 4 galeras. General de la escuadra del Duque de Florencia, Nicolo Gentile. 4 galeras. General de la escuadra de Malta, el Comendador Carlo de Tixeres. 4 galeras, una galeota, un galeón.

Pero el muerto estaba en su propiedad, no podía resucitar para deshacer sus disposiciones testamentarias, perturbadas por el engrandecimiento inaudito del antiguo Mónaco, y no había poder humano que echase abajo su última morada. Miguel había visto muchas veces desde el puerto, sobre las alturas del barranco, este panteón que iba á servirle ahora para encontrar á Spadoni.

A causa de la guerra, habían tenido que ensancharlo con varias mesetas formando escalinata, y desde estas explanadas se abarcaba un paisaje magnífico: Monte-Carlo y Mónaco á vista de pájaro, Cap-Martin avanzando sobre las olas, y el infinito del mar subiendo y subiendo, hasta confundirse con el cielo.

«La roca», para los monegascos, es por antonomasia el peñón en que está asentado Mónaco, y dar su vuelta equivale á seguir el contorno de jardines y abandonados baluartes que, partiendo del palacio de los Príncipes, vuelve á él después de abarcar toda la vieja capital. Siguió exteriormente la cerca de los jardines de San Martino.

Apenas se oculta el sol, mi buen coronel tiene que enmascarar con negros cortinajes las ventanas y puertas que dan al mar, para que los submarinos alemanes no se guíen por nuestras luces... ¡Ay! ¿Dónde están los hermosos días de la paz? ¡Las fiestas que hemos dado aquí! ¡Las veladas en el Gaviota II cuando estaba anclado en el puerto de Mónaco!...

Luego su índice trazaba una raya en el aire pasando por encima del puerto, é iba á apuntar sobre la eminencia de la izquierda, ó sea el peñón de Mónaco, un edificio cuadrado y enorme que descendía sus muros hasta las olas, un palacio nuevo, cuya piedra guardaba aún la blancura de la estearina en esta atmósfera pocas veces rayada por la lluvia: el Museo Oceanográfico.

Volviéndose, señaló en la montaña, encima del Cap-Martin, el pueblo de Roquebrune aglomerado en torno de su castillo ruinoso. El archivero del príncipe de Mónaco estudia las numerosas cartas que posee de nuestro gran emperador dirigidas á los Grimaldi.

Aceptólas Jacobo gozosísimo, creyendo ya con esto conjurado el peligro, y gastóse alegremente en excursiones por Italia todo su dinero, dejándose en la ruleta de Mónaco hasta el último céntimo del que había sacado al tío Frasquito.

Contempla una brecha del horizonte, entre los Alpes y el promontorio de Mónaco, por donde acaba de ocultarse el sol. Sobre el espacio rojizo brilla una estrella que tiene las facetas y la luz de una piedra preciosa. Lubimoff piensa en los abuelos de la poesía que la cantaron hace tres mil años. Homero la llamaba Kalistos.