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A la derecha de la Real iba la capitana de Roma con su capitán Colonna, y la de Venecia con Veniero, a la izquierda. Llevaba la Real a popa la nao del comendador de Castilla don Luis de Requesens, y con don Alvaro de Bazan, marqués de Santa Cruz, formaban la retaguardia treinta y cinco galeras. Mayor en número de naves era la armada infiel.

EVARISTA. La energía de usted fortifica mi ánimo... Bueno...¿y qué...? PANTOJA. Hoy en casa de Requesens, han hablado de la chiquilla en los términos más desvergonzados. Contaban que acosada indecorosamente del enjambre de novios, se deleita recibiendo y mandando cartitas a todas horas del día.

Estas fueron siete galeras y cuatro galeotas; del resto se perdieron de 28 hasta 30 galeras de cristianos, entre las cuales se perdió la Capitana de Sicilia, donde se halló D. Gastón de la Cerda, hijo segundo de Su Excelencia, y D. Berenguer de Requesens, Capitán general de las dichas galeras de Sicilia; D. Juan de Cardona, su yerno, y otros muchos gentiles-hombres de casa de Su Excelencia, y una señora dueña, la cual tenía cargo de tener cuenta del dicho D. Gastón, y por este efecto se hallaron en la dicha jornada sus personas y sus galeras y sus hijos.

No es completa esta lista, pues por Ulloa y otros escritores se citan nombres no comprendidos en ella: acaso hay también equivocaciones en la ortografía italiana de que se valía el autor; pero á falta de otra, bien merece que por testimonio de estimación se reproduzca adicionada. General, D. Sancho de Leyva, con sus hijos Juan de Leyva. Diego de Leyva. General, D. Berenguer de Requesens.

Nunca se vio una tan poderosa armada, ni aprestados para una tan grande empresa tantos grandes capitanes; que siendo don Juan de Austria generalísimo de todas las escuadras de la Liga, allí asistían el príncipe Alejandro Farnesio, don Luis de Requesens, Marco Antonio Colonna, el proveedor Barbarigo, Juan Andrea Doria, el marqués de Santa Cruz don Alvaro de Bazan, Sebastián Veniero, Ascanio de la Corna, el prior y los caballeros de Malta, y otra multitud de capitanes, no de tan gran linaje, pero no menores en valor y nombradía, entre ellos Gil de Andrade, don Sancho de Leiva, don Miguel de Moncada, Francisco de Sancti Pietro y Diego de Urbina, y otros muchos de mar y tierra.

Invitados por los de Requesens al reparto de premios y al almuerzo en Santa Clara, ignoran el saltito que ha dado la muñeca de su casa a la mía. ELECTRA. me aconsejaste que me insubordinara. MÁXIMO. tal: yo he sido el instigador de tu delito, y no me pesa. ELECTRA. Mi conciencia me dice que en esto no hay nada malo. MÁXIMO. Estás en la casa y en la compañía de un hombre de bien. Cierto.

Ordenó el Duque de Sessa que la paga de la infantería española se fuese á hacer en Génova, por evitar que no se quedasen algunos soldados después de la paga; y como en aquélla se quisieron reformar las ventajas y se trató de que hubiese algún perdón ó suelta de pagas, la gente se alteró y amotinó, y lo mejor que pude lo pacigué y aquieté, y después de haberla pagado la embarqué en las galeras de Sicilia, con las cuales estaba allí D. Berenguel de Requesens para aquel efecto .

Otro día por la mañana vino el gran Turco en una fragata á ver las galeras y hiciéronle muy gran salva. Martes 1.º de octubre llevaron á D. Alvaro y á D. Sancho de Leyva y á D. Berenguer de Requesens á caballo, con los más de los soldados que se habían perdido, á pie, tras ellos, y armados muchos con coseletes, poniéndolos por orden de tres en tres, asidos de las manos.

D. Berenguer de Requesens, General de las galeras de Sicilia, fué siempre de parecer que no se fuese á Trípol, y ansí lo decía públicamente y lo escribió al Rey, por lo que vino el Duque á desabrirse con él y á no tratar con alguno de los que contradecían la ida. Con D. Alvaro solamente consultaba y comunicaba todo lo que se había de hacer.

Vió allí á D. Sancho de Leyva, D. Berenguer de Requesens y D. Juan de Cardona, que le recibieron con lágrimas en los ojos, y mirando á D. Álvaro de Sande, vió que con alegre semblante reía.