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Más allá, por la madrugada, cuando retirado en la serre tomaba apresuradamente algunas notas, acercósele Butrón, rendido y satisfecho, como el caudillo después de la victoria, y adelantando la torneada pierna que el calzón corto y la media de seda negra ceñían por completo, haciendo ondular con juvenil garbo la airosa capa veneciana, díjole con entonación solemne, con misterio profundo, metiéndole la punta de la nariz dentro de la oreja izquierda: ¡López!... ¡Mucho ojo!... Su compte-rendu de usted nos asegura el triunfo... Que toda esa gentecilla cursi vea su nombre en La Flor de Lis, ensalzada por el reporter elegante de los salones, y es nuestra para siempre... ¡Fuera escrúpulos!... ¡La de Martínez, bellísima!... ¡La García Gómez, encantadora!... Esta que viene aquí, un portento; la Victoria Colonna, de este siglo...

Y atento y obsequioso, corrió a estrechar la mano de la Victoria Colonna del siglo XIX, una jamona muy madura, de metro y medio de largo y doce arrobas de peso, vestida de Safo, con corona de mirtos en la cabeza, lira de latón dorado en la mano, y en la chata nariz ¡Manes de Phaon, estaos quedos! ¡gafas de oro!...

César de Colonna, enamorado ciegamente de la bella Margarita, y ya en vísperas de casarse con ella, oye de sus labios la confesión, de que no puede amarlo, aunque lo juzgue digno de ella, bajo todos aspectos, y que sólo ha dado su consentimiento á ese enlace en consideración á los deseos de sus padres.

Estaban allí los tercios españoles mandados por Gonzaga, los alemanes regidos por el duque de Alba, los italianos acaudillados por Colonna, doscientos caballeros de Malta, a cuyo frente marchaba el comendador don Príamo Febrer, el héroe de la familia, y toda la flota navegaba bajo la dirección del gran marino Andrés Doria.

Doña Luz quería imitar en esto a Vitoria Colonna, y esperar a su héroe, a su sol, a su amante, cuando viniese a reposar en aquel rústico asilo, que el amor de ella había de colmar de hechizos y de deleite. No quería, en suma, ser para él carga gravosa en Madrid, sino descanso, refugio, consolación santa y dulce, en aquella aldea.

A la derecha de la Real iba la capitana de Roma con su capitán Colonna, y la de Venecia con Veniero, a la izquierda. Llevaba la Real a popa la nao del comendador de Castilla don Luis de Requesens, y con don Alvaro de Bazan, marqués de Santa Cruz, formaban la retaguardia treinta y cinco galeras. Mayor en número de naves era la armada infiel.

Existen además en latín muchas composiciones dramáticas de los siglos XIII y XIV, destinadas acaso á las universidades . Jerónimo Squarzafico dice en su vida del Petrarca, que el cardenal Juan Colonna era muy aficionado al teatro; pero que se quejaba de que en los dramas y representaciones teatrales reinase escandalosa licencia, y de que no hubiese otros Roscios, que supiesen declamar con perfección y decoro.

Nunca se vio una tan poderosa armada, ni aprestados para una tan grande empresa tantos grandes capitanes; que siendo don Juan de Austria generalísimo de todas las escuadras de la Liga, allí asistían el príncipe Alejandro Farnesio, don Luis de Requesens, Marco Antonio Colonna, el proveedor Barbarigo, Juan Andrea Doria, el marqués de Santa Cruz don Alvaro de Bazan, Sebastián Veniero, Ascanio de la Corna, el prior y los caballeros de Malta, y otra multitud de capitanes, no de tan gran linaje, pero no menores en valor y nombradía, entre ellos Gil de Andrade, don Sancho de Leiva, don Miguel de Moncada, Francisco de Sancti Pietro y Diego de Urbina, y otros muchos de mar y tierra.

Pasó rápidamente por Padua y se detuvo en Venecia, dónde gastó doce mil escudos en cinco cuadros e intentó en vano que Pedro de Cortona quisiera trasladarse a España al servicio de Felipe IV; consiguiendo, en cambio, que algún tiempo después lo hicieran Colonna y Mitelli.

Te aseguro que lamenté y lloré mi viudez con no menor abundancia de lágrimas que las que vertería la más fiel y enamorada de las esposas a quien se le muriese, en la flor de la juventud, su idolatrado y gentil marido. No se afligió más que yo Artemisa con la muerte de Mausolo, ni Victoria Colonna con la del Marqués de Pescara, ni la propia Venus con la de Adonis. Y esto se explica muy bien.