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Actualizado: 14 de noviembre de 2025
Pero después de una lucha de dos horas con su fuerza indomable y su mucosidad resbaladiza, que escapaba á la presa de nudos y arpones, lo habían dejado perderse en la profundidad. Era el príncipe de Mónaco, sumo pontífice de la ciencia oceanógrafica, el que afirmaba para siempre la existencia del fabuloso kraken con los descubrimentos de sus sabias correrías á través de las soledades oceánicas.
Mónaco estaba á la vista, al otro lado del puerto; un tranvía lo liga con Monte-Carlo cada veinte minutos, y no obstante, ella hizo su proposición lo mismo que si hablase de un país remoto.
El juego hacía surgir después Monte-Carlo sobre la salvaje meseta de las Espelungas; la lujosa ciudad nueva se ensanchaba para unirse con el viejo Mónaco, cubriendo de edificios todo el territorio del principado, y la sepultura del anónimo guerrero quedaba prisionera de este oleaje de grandes hoteles, palacios y «villas». El olivar de la tumba se vendía á metros, haciendo la fortuna de los herederos.
Todos preferían servir en cafés ó alojamientos de continuo tránsito, seducidos por el azar de las propinas y el roce con las camareras de blanco delantal. Había improvisado un servicio de comedor con aquellos dos muchachos italianos de Bordighera cuyas familias estaban instaladas en Mónaco.
Hablando con Atilio olvidaría la irritación que le había causado la otra mujer. Pero al dirigirse al fondo del salón tuvo una nueva sorpresa. En un ángulo escasamente iluminado vió á Novoa que ocupaba un diván con Valeria, la acompañante de la duquesa. ¡Ah, embustero! Este era el que iba á pasar la tarde en Mónaco ó paseando por el camino de Niza. Tal vez esto último no era falso.
Hasta contribuye al fomento de la vida espiritual y al prestigio de la religión. Antes de la ruleta no había mas que simples curas en Mónaco; desde que triunfó el Casino existe un obispo y canónigos, y se ha levantado una hermosa catedral bizantina que sólo necesita, según dice Castro, que el tiempo la ennegrezca un poco. La misa de los domingos figura entre las grandes diversiones del principado.
Transcurrían los días sin que consiguiese repetir su paseo con Alicia por los jardines de Mónaco. Te amo decía ella . Puedes creer que no olvido aquella tarde... Más adelante haremos la misma excursión. Ahora no; sé cuál sería el final. Me es imposible... Pienso en mi hijo. No dudaba Miguel de esto último; pero algo más que la inquietud por el ausente ocupaba el pensamiento de ella.
El coronel anunció con entusiasmo á este amigo que le había hecho conocer doña Clorinda. Es un teniente español de la Legión extranjera. Vive en el hotel que el príncipe de Mónaco ha destinado á los oficiales convalecientes. Se llama Antonio Martínez, nombre vulgarísimo que dice muy poco; pero es un gran soldado, un héroe, y no sé cómo sobrevive á sus heridas.
Pocos días después, Novoa habló al príncipe con una brevedad que ocultaba mal su emoción. Estaba muy agradecido al dueño de Villa-Sirena; nunca olvidaría la dulce existencia en este retiro; pero necesitaba volver á su antiguo alojamiento. Nuevos trabajos científicos le obligaban á vivir en Mónaco; el director del Museo se quejaba de sus ausencias.
Mónaco parece conquistado por las tropas de la gran República; una conquista bonachona y simpática, que hace sonreir á los sometidos. Lo mismo Niza y toda la Costa Azul. El príncipe recuerda su breve permanencia en París pocos días antes.
Palabra del Dia
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