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Actualizado: 19 de julio de 2025


Estos indios Césares es gente mansa y apacible: las armas que usan son flechas grandes, ó arpones, con que se guarecen y matan la caza, que son los guanacos que hay abundantes en aquellas tierras.

Por el mismo rumbo, á las treinta leguas, se halla un rio muy grande y manso, que sale á un valle muy espacioso y alegre, en que habitan los indios Césares. Son muy corpulentos, y estos son los verdaderos Césares. Es gente mansa y pacífica; usa flechas, ó arpones grandes, y hondas, que disparan con mucha violencia: hay en su tierra muchedumbre de guanacos que cazan para comer.

Pero después de una lucha de dos horas con su fuerza indomable y su mucosidad resbaladiza, que escapaba á la presa de nudos y arpones, lo habían dejado perderse en la profundidad. Era el príncipe de Mónaco, sumo pontífice de la ciencia oceanógrafica, el que afirmaba para siempre la existencia del fabuloso kraken con los descubrimentos de sus sabias correrías á través de las soledades oceánicas.

Cristales azulados, picos, garzotas de deslumbrante hielo, nieves vírgenes, son los mudos testigos que rodean el espectáculo y le contemplan. Lo que hace conmovedor y grave el himeneo, es que para ello se requiere la expresa voluntad, ya que la ballena carece del arma tiránica del tiburón, de los arpones que se enseñorean del más débil.

Sin salir de él, arponearon 50 ballenas en un mes. Es verdad que se malogró esta loable empresa por la mala calidad de los arpones, é ineptitud de aquellos operarios.

A su alrededor hay en acecho doscientos hombres de rostro bronceado, provistos de arpones y ganchos. De veinte leguas á la redonda llega el mundo elegante, mujeres bonitas y sus adoradores, quienes se colocan á la orilla del mar y lo más cerca posible para mejor ver la matanza, formando un círculo encantador. Dada la señal, el pescador hiere.

Dos pailas de metal, de un metro de diámetro y de treinta y cinco a cuarenta centímetros de profundidad, grandes espumaderas, unos cuantos arpones y gran cantidad de leña fueron embarcados en la chalupa. ¿Está cargada la lantaca? preguntó el Capitán. De metralla respondió el viejo . Si a los salvajes les entran deseos de molestarnos, los saludaremos con una buena rociada.

Los chinos no caían sin defenderse, luchando desesperadamente a puñetazos y puntapiés y golpeando a los caníbales con las espumaderas, los arpones, los cuchillos y hasta con troncos encendidos que sacaban de las fornallas. Trataban a toda costa de llegar a la playa y ganar las chalupas, donde les esperaban el Capitán y sus compañeros.

El Capitán, los dos jóvenes y el marinero desembarcaron armados de sendos fusiles, y tras de ellos los chinos conduciendo a tierra la leña, las pailas, los arpones y las espumaderas. A corta distancia de la orilla Van-Stael indicó dos pequeñas construcciones circulares formadas por pedruscos y que podían servir muy bien de hogares. Los salvajes las han respetado dijo. ¿Qué es eso? preguntó Hans.

No conozco añadió más aparatos de pesca, que los arpones balleneros y los dobles aparejos para izar las tintoreras de los trópicos. Pescas que deben ser muy peligrosas, capitán.

Palabra del Dia

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