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Actualizado: 14 de junio de 2025
Luego, el Casino bajó al puerto, donde hoy está el barrio de La Condamine: igual fracaso. Los arrendatarios del juego quebraban, sin poder cumplir sus compromisos con el príncipe... Pero se abrió el ferrocarril de la Cornisa, quedando Mónaco en el camino de París á Italia, y todos los jugadores, todos los desocupados del mundo, afluyeron aquí en pocos años... ¡Qué transformación!
Sólo lo visitaban las procesiones venidas desde el amurallado Mónaco para rendir homenaje á Santa Devota en una iglesia blanca, que aún parecía ahora más diminuta junto á las arcadas del puente del ferrocarril.
Detrás del Palacio, como un telón de fondo, se elevaba la montaña francesa de la Tête du chien, brillando en su redonda cumbre las vidrieras del cuartel de los cazadores alpinos. La meseta de Mónaco era simplemente el último peldaño de la gran escalera que los Alpes dejan caer hacia el mar.
Esto ha sido casi de nosotros continuó, señalando el castillo de Mónaco . Durante siglo y medio, esa fortaleza ha tenido una guarnición española. Nuestro gran Carlos V y el viejo legitimista puso un profundo respeto en su voz al evocar este nombre ha dormido allí... Y también allí.
Los príncipes de Mónaco, feudatarios de Francia, vivían después en Versalles, haciendo oficio de cortesanos ó sirviendo en los ejércitos del rey. La Revolución los perseguía, como á todos los monarcas, guillotinando á una hermosa dama de la familia. Napoleón los había tenido como edecanes un su séquito militar, y la larga paz del siglo XIX les hacía volver á instalarse en su exiguo principado.
El juego costea los cruceros científicos, el carbón y el personal de las lejanas expediciones, la impresión de libros y revistas, las subvenciones á los jóvenes que desean perfeccionar sus estudios, el Instituto Oceanográfico de París, el Museo Oceanográfico de Mónaco donde usted trabaja, el Museo Antropológico... Y hay que contar que todo esto no es mas que una propina que abandonan los accionistas... ¡Lo que produce ese palacio que muchos encuentran horrible!...
Había llegado hasta allí preocupado por la obscuridad del mensaje. ¿Qué San Carlos era éste? ¿Un hotel?... ¿un paseo?... Como habitante de Mónaco, sólo conocía el Casino en Monte-Carlo. Lo único indudable para él era que el mensaje de Valeria procedía de la duquesa.
Habían minado con todos los explosivos sobrantes de la guerra el Casino, la plaza, la ciudad. Yo subí, aturdido, hasta las nubes, pero pude ver cómo desaparecía Monte-Carlo y hasta el peñón de Mónaco, ocupando el mar, con una ola gigantesca, el sitio de las tierras desaparecidas. Y cuando volví a caer... Despertó usted dijo Novoa.
Estaba terminando de almorzar, cuando su ayuda de cámara anunció con tono ceremonioso: «El señor profesor Novoa.» Presintiendo Miguel algo muy interesante para él, recibió al español con una efusión extraordinaria nunca vista por Toledo. ¡Incomparable Novoa! ¿De veras que había almorzado ya? ¡El buen orden de los solitarios de Mónaco!... Entonces, tomaría café con él.
Spadoni intentó hablar, pero se contuvo viendo que el príncipe se dirigía á Novoa. A usted no le pregunto: conozco su situación. Vive en el viejo Mónaco, en la casa de un empleado del Museo, y su alojamiento no debe ser gran cosa. Además, como decía Atilio, gana usted mucho menos que un croupier del Casino. Y mirando á sus convidados, añadió: Lo que yo quiero proponerles es que vivan conmigo.
Palabra del Dia
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