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Cuando hubo cesado la señorita y la hubieron colmado de aplausos, del centro del patio salieron algunas voces diciendo: Ahora, que cante don Alejandro. El clérigo se excusó diciendo que no tenía bien la garganta; pero, apremiado por el concurso, entonó al fin con voz engolada de tenor el Spirto gentile, arrastrando las notas y desfigurándolo hasta convertirlo en empalagoso canto de iglesia.

El tenor miraba su cisne, como si allí no hubiese otro ser digno de atención, y en el místico ambiente fue desarrollándose un hilo de voz tenue, dulce, vagoroso, cual si viniera de una distancia invisible. ¡Mercè, mercè, cigno gentile!... ¿Qué fue lo que estremeció todo el teatro, poniendo de pie a los espectadores?

General de la escuadra de Sicilia, D. Berenguer de Requesens. 10 galeras, 2 de ellas del Marqués de Terranova, 2 de Mónaco, 2 de Visconte Cicala. General de la escuadra pontificia, Flaminio de Languillara . 4 galeras. General de la escuadra del Duque de Florencia, Nicolo Gentile. 4 galeras. General de la escuadra de Malta, el Comendador Carlo de Tixeres. 4 galeras, una galeota, un galeón.

Aunque se sabe poco de la vida de Shakspeare, parece probable que le conocieron y trataron muchos hombres eminentes de la brillante época en que vivió Raleigh, Bacon, el conde de Essex, Milton, Hales, Keplero, Belarmino, Alberico Gentile, Paolo Sarpi, Vieta y otros mil le conocían.

Se trajo la guitarra, y el clérigo comenzó a cantar hondo y gorgoriteado por lo flamenco una copla, que si mal no recuerdo decía así: Eres como la avellana, chiquita y llena de carne, chiquita y apañadita como te quiere tu amante. D. Alejandro era alpujarreño, y a decir verdad, cantó ésta y otras coplas por el estilo infinitamente mejor que el Spirto gentile.