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Pero tal vez sea joven y buen mozo el verdadero Paolo del romance... y usted su Francesca le indiqué sonriendo. Sus dulces labios se entreabrieron ligeramente, pero sacudió la cabeza, suspirando al contestar: Hágame el favor de no anticipar nada sobre eso. Confío y espero que sea viejo y muy feo. De modo que no pueda despertar mis celos, ¿no es verdad? exclamé riendo.

Aunque se sabe poco de la vida de Shakspeare, parece probable que le conocieron y trataron muchos hombres eminentes de la brillante época en que vivió Raleigh, Bacon, el conde de Essex, Milton, Hales, Keplero, Belarmino, Alberico Gentile, Paolo Sarpi, Vieta y otros mil le conocían.

El testador ha designado como su secretario y administrador de sus bienes, a una persona desconocida para , de quien nunca he oído hablar: a un tal Paolo Melandrini, italiano, que, según parece, vive en Florencia. ¡Qué! grité, atónito. ¡A un italiano para secretario de Mabel! ¿Quién es ese hombre?

Pero de una Francesca á quien Paolo no ve sino en sueños; de un poema de dos amores sin esperanza; el amor de él y el amor de ella, separados siempre y siempre paralelos, como dos ríos que cruzan á todo lo largo un mismo valle de lágrimas, sin mezclar nunca sus corrientes.

El suceso, que sirve de fundamento á la acción, parece haber ocurrido durante la vida de Calderón, confirmándolo el hecho de mencionarse al papa Inocencio X (1644-1655) y al general de los jesuitas, Giovanni Paolo Oliva (

Pues supongamos que Amparo no se ha casado con Fidel....., sino con otro, á gusto exclusivo de los padres tiranos..... La musa romántica se apodera entonces por completo de la acción. Ya no se trata de Werther y Carlota: ya se trata de Francesca y de Paolo.

Era evidente, entonces, que la entrevista debía verificarse en ese punto, el 6 de marzo, dado que no había otro templo de ese nombre. Si mientras tanto no podía conseguir mayores datos sobre Paolo Melandrini, estaba decidido a acudir a la cita y vigilar al que estuviese allí.

Indudablemente, Babbo Carlini me debía estar esperando afuera, sentado en las gradas de la iglesia. ¿Reconocería en este monje, reflexionaba yo, la descripción que había conseguido de Paolo Melandrini, el desconocido que debía ocupar el puesto de secretario y consejero de Mabel Blair?

Romeo despidiéndose de Julieta y bajando por la escala cuando el canto de la alondra se lo ordena cruelmente: Francesca y Paolo leyendo juntos el libro de Galeoto: Fausto y Margarita paseando cogidos del brazo por el jardín: una joven circasiana reclinada sobre cojines de terciopelo, etc., etc. La puerta torna á abrirse y chilla un poco.

Las cartas y telegramas que solía recibir, pidiéndole que les reservara habitaciones, llegaban fechadas en diferentes ciudades de Francia o Italia, lo cual parecía demostrar que constantemente viajaban. Estos fueron todos los informes que pudimos obtener. La identidad del misterioso Paolo Melandrini permanecía aún sin descubrirse.