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Legaba el testador a la primera, amén de las fincas que había tenido en renta cuando se casó, seis onzas de oro; otras seis a Tona, y a Chisco doce. Después de la lectura de cada cláusula, miraba yo un instante al correspondiente legatario.

A Doña Francisca y a Ponte les asignaba pensión vitalicia, como a otros muchos parientes, con la renta de títulos de la Deuda, que constituían una de las principales riquezas del testador. Oyendo estas cosas, Frasquito se atusaba sobre la oreja los ahuecados mechones de su melena, sin darse un segundo de reposo. Doña Francisca, en verdad, no sabía lo que le pasaba: creía soñar.

Verdad también, que, raro era el testador de regular posición social, que no recompensaba los servicios que sus esclavos le habían prestado «ahorrándolosesto es, concediéndoles plena libertad y hasta otorgándoles mandas ó legados para atender á su sustento.

El testador ha designado como su secretario y administrador de sus bienes, a una persona desconocida para , de quien nunca he oído hablar: a un tal Paolo Melandrini, italiano, que, según parece, vive en Florencia. ¡Qué! grité, atónito. ¡A un italiano para secretario de Mabel! ¿Quién es ese hombre?

Dicen todos los villaverdinos que el piadoso clérigo señaló una fuerte suma para que su albacea mandara decir mil misas. Mil pesos legó para ello el testador y Linares se dijo: «Aquí mil misas me costarían mil pesos. Haré que las digan en Italia. En Roma es corto el estipendio, una lira...» y así lo hizo, y se aplicó el sobrante en pago de sus buenos servicios.

Tanto oía anatematizar a todas horas la injusticia del testamento de su protector, que llegó a tener sospechas de semejante injusticia; porque si ella no era, por fin, hija del noble solariego, ¿qué era en aquella familia, y qué motivos había para que la piedad del testador la asistiese por encima de los naturales derechos de la hermana?

Consta en el mismo pergamino la fundación del Hospital nombrándose entre sus administradores al Cabildo de la Ciudad, cuya designación dejó sin efecto el Arcediano por su codicilo, que sigue al mismo testamento, otorgado en 14 de Julio de 1404, en el que instituyó como único administrador al mencionado Cabildo Eclesiástico, que desde el siglo XIV ha venido cumpliendo con la voluntad del testador; si bien las necesidades de los tiempos han obligado á alterar la forma de los socorros que se dispensan á los acogidos.

Los testamentarios, atentos a que usted, lo mismo que el señor, se hallan en situación muy precaria, por causas que no quiero examinar ahora, ni hay para qué, han decidido... para eso y para mucho más les autoriza el testador, dándoles facultades omnímodas... han decidido, mientras se pone en regla todo lo concerniente al testamento, liquidación para el pago de derechos reales, etcétera, etcétera... han decidido, digo...».

Por el bienestar de ésta velarían las leyes, «sin empecer la acción y facultades conferidas a un rancio solariego de los contornos, nombrado tutor de la pequeña y asistido del derecho de retrotraer para la misma el legado de don Manuel en caso de que doña Rebeca no cumpliese las condiciones impuestas por el testador....»

Puestas las cosas aquí, y sin gran sorpresa mía después de lo tratado por la tarde mano a mano con el testador, entré en muy vivos deseos de conocer el valor aproximado del caudal hereditario. Al fin y al cabo, ¡qué demonio!, era yo también de carne flaca como los demás hombres.