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Le parecía, en aquel instante, por completo desconocido, como el de un nuevo alumno que asistiese por primera vez a su clase. Se le antojaba absurdo que aquella mujer fuera su esposa. Una idea nueva, súbita, turbó su cerebro trastornado. En voz baja, murmurando, dijo: ¿No sabes, Macha? ¡Soy un espía! ¿Cómo? Soy un espía. ¿Comprendes?

El diestro avanzó trabajosamente entre los grupos. Su nombre pasaba de boca en boca con exclamaciones de entusiasmo. ¡Gallardo!... ¡Ya está ahí el Gallardo! ¡Olé! ¡Viva España! Y él, entregado por completo al culto del público, avanzaba contoneándose, sereno cual un dios, alegre y satisfecho, como si asistiese a una fiesta en su honor.

Usted que ha viajado tanto y es un héroe, ilústreme con su experiencia... ¿Qué opina usted del amor? Pero la poetisa, á pesar de sus ojeadas tiernas y miopes, vió que Robledo huía murmurando excusas, como si le asustase una conversación iniciada con tal pregunta. Elena le rogó semanas después que asistiese á una fiesta dada por la condesa. Son reuniones muy originales.

Tanto oía anatematizar a todas horas la injusticia del testamento de su protector, que llegó a tener sospechas de semejante injusticia; porque si ella no era, por fin, hija del noble solariego, ¿qué era en aquella familia, y qué motivos había para que la piedad del testador la asistiese por encima de los naturales derechos de la hermana?

Los esposos Sánchez no mantenían amistad muy íntima con esta familia; pero comprendiendo todo el lustre que sobre la fiesta recaería si lograban que asistiese a ella, les escribieron una rendida carta.

Concha no quería que asistiese los lunes a la tertulia de la marquesa, y se ponía frenética si sabía que las había acompañado en el paseo. Un día le había amenazado con ir a casa de aquellas señoras y armarles un escándalo. Pero él no había hecho caso. ¿Cómo suponer que su locura había de llegar a tal punto? Sin embargo, llegó y aun pasó muchísimo más allá.

Además, Elena le hizo asistir á algunos tés en su casa, presentándolo á sus amigas. Mostraba un placer infantil en contrariar los gustos del «oso patagónico», como ella apodaba á Robledo, á pesar de las protestas de éste, que nunca había visto osos en la Argentina austral. Como él abominaba de tales reuniones, Elena se valía de diversas astucias para que asistiese á ellas.

Tiene allá a su doncella, la Filomena. Sabel también ayuda para cuanto se precise. Julián no contestó. Sus reflexiones valían más para calladas que para dichas. Era una monstruosidad que Sabel asistiese a la legítima esposa; pero si no se le ocurría al marido, ¿quién tenía valor para insinuárselo? Por otra parte, Sabel, en realidad, no carecía de experiencia doméstica, ni dejaría de ser útil.

Preguntó por nuestro hermano, y cuando le hubo visto le dijo: que era un eclesiástico que se dedicaba á ser ayo de jóvenes, que un caballero á quien no conocía le había dicho que nuestro hermano le había encargado de buscar una persona docta y de buenas costumbres, que acompañase á un hijo suyo, cuidase de él y le asistiese mientras hacía sus estudios en la Universidad de Alcalá, para cuyo efecto le mandaba con una carta de recomendación.

Isabel hizo esfuerzos muy grandes porque Gloria asistiese, pero todos se estrellaron contra la negativa rotunda de doña Tula. Ni aquella ni yo lo sentimos mucho. Nuestros coloquios valían más que todos los bailes imaginables. Quedamos en que yo sólo iría un rato después de nuestra conversación nocturna.