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Actualizado: 8 de junio de 2025


Es que bebe... tal vez algún «peludo»... por otra parte Anastasio es un hombre de muy mal carácter y como te decía el otro día, ha tomado a Ramona para tener quien le lave y le cocine; pero no le tiene ni el más mínimo cariño. ¿

¡Si cuando este muchacho me dijo que venía el breque... ¡qué le iba a creer!... Siempre saben llegar al mediodía. Realmente, Ramona: hemos venido como chasque. ¡Como chasque! Don Melchor... ¿y la familia quedó buena? Todos buenos, gracias. Pero siéntense, señores, que están parados... y entrá esa canasta, muchacho... Anastasio no ha de tardar... ¿le cebo un mate, don Melchor?...

Al fin se movió doña Ramona para alejar un poco más la fotografía; y, sin dejar de contemplarla, exclamó con un entusiasmo que no era de esperar en ella: ¡Dios mío, qué criatura más angelical! ¡De verdad es primorosa! dijo don Santiago cogiendo la tarjeta y acercándose al balcón para examinar el retrato más a su gusto.

Lo raro en todo esto, lo que parece, no resultado del natural encadenamiento de las cosas, sino maraña o trama urdida por el mismo diablo, es que no haya en torno, ni cerca, ni lejos de la pobre Ramona sujeto masculino ni femenino que sea honrado, decente y cariñoso con ella y que para algo pueda serle útil.

Recelaba la gente que los amores de Currito, por el Sol de Tarifa, eran fingidos o por lo menos fruto de anterior despecho amoroso y que estos amores ponían la mira, más o menos conscientemente, en dar picón a doña Ramona.

Ramona vió de pronto con horror un rostro pálido donde brillaban dos ojos airados de loco. Pablito escuchó detrás una voz estridente que gritaba: ¡Toma, bribón! Y al mismo tiempo sintió un fuerte topetazo en la espalda. Volvióse rápidamente. Vió el semblante desencajado, fatídico, de Valentina, la cual blandía en la mano derecha un arma. El joven comprendió que estaba herido de muerte.

Hay, don Melchor, que acaba de llegar Zenón, ¿sabe?, el peón de los Cabrales, que venía de llevar unos animales para el campo de los Unzueces y dice que por el cañadón de las tunas, ¿sabe?, encontró a doña Ramona, que se viene de a pie con esta calor.. ¿Viene para acá? Así dice. ¿Y por qué no la alzó?

¿Dónde?... viejo... preguntó asombrada Ramona, sin obtener contestación. Arrímese, Anastasio insistió Baldomero, mire que vale más llegar a tiempo que andar rondando un año. Así... dicen... contestó Anastasio, sin moverse de su sitio y castigando al suelo con la punta de su lonja.

Melchor, que acababa con el mate que tenía en la mano, se lo dio a Ramona, diciéndole: No me más. La conversación continuó anticipando comentarios sobre las fiestas proyectadas para festejar el cumpleaños de Melchor, postergado hasta el domingo, con el objeto de poder darle todo el esplendor que, según Baldomero, merecía.

La ventana no estaba cerrada, el pestillo estaba descompuesto; Ramona no dormía, me esperaba; en cuanto me sintió, descargó tremendo bofetón sobre mi rostro. No importaba. Volvimos a la lucha; los mismos incidentes; rodamos, nos anegamos en maíz; yo tragué muchos granos. Y tampoco vencí aquella noche. Salí de allí por un armisticio, con promesas de futura victoria.

Palabra del Dia

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