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Actualizado: 18 de mayo de 2025


Seguía reparando que algunos abades se mostraban con él así como airados o resentidos, en especial el arcipreste, el más encariñado con la casa de Ulloa; pues mientras el cura de Boán y aun el de Naya atendían sobre todo al triunfo político, el arcipreste miraba principalmente al esplendor del hidalgo solar, al buen nombre de los Moscosos.

Ramona vió de pronto con horror un rostro pálido donde brillaban dos ojos airados de loco. Pablito escuchó detrás una voz estridente que gritaba: ¡Toma, bribón! Y al mismo tiempo sintió un fuerte topetazo en la espalda. Volvióse rápidamente. Vió el semblante desencajado, fatídico, de Valentina, la cual blandía en la mano derecha un arma. El joven comprendió que estaba herido de muerte.

Miró en torno, como si esperase que se abrieran las tumbas, irguiéndose airados los cadáveres por tal profanación. Maltrana sonreía. ¡Tonta! ¿a qué tal miedo? Aquel sitio era lo mismo que otro; mejor aún, por su poesía silenciosa de jardín abandonado, propicio al amor. Ellos no hacían mas que repetir el eterno himno de la vida.

Pero si esta pena la estimulaba a transigir una vez más, su decoro y más aún su amor propio se sublevaban airados contra aquella infame, que traía al hogar doméstico hijos que no eran de su marido.

Lentamente su memoria, con el marasmo luchando, la fué el crímen revelando infame, horrible, cruel; y fiera gritó, en la altura los airados ojos fijos: ¡Malditos sean sus hijos y cuantos vinieren de él!

Al cabo de unos momentos de silencio uno de los paisanos le preguntó sonriendo: ¿Querías decir un recado á Bartolo? , una palabrita al oído nada más respondió el mozo fijando sus ojos airados en el techo. Nuevo silencio. Todos le contemplan con atención y curiosidad. Si tienes mucha prisa, esta misma noche antes de retirarme pasaré por su casa y se lo diré manifestó con sorna Martinán.

Todos los rostros se vuelven airados a la cazuela. Oyense las voces de: ¿Quién es ese borrico? ¡A la cárcel! ¡Fuera ese cerdo! El presidente pregunta con terrible severidad: ¿Estamos en un pueblo culto o entre hotentotes? Esta pregunta así formulada, produce honda impresión en el público. Suárez, un poco pálido y con voz alterada, dice al fin: Si la Asamblea lo desea, estoy dispuesto a sentarme.

La vieja había dado rápidamente la vuelta á la casa, vió lo que quiso ver y sonrió. ¡Maldita bruja que Dios confunda! ¡Un día la mato! ¡la descerrajo un tiro! exclamó el capitán pálido y paseando sus ojos airados por la habitación como si buscase el arma homicida. Flora se había puesto como una amapola. Al fin se partió para Lorío y D. Félix quedó solo y contra su costumbre un poco melancólico.

Volvió a mirar a su marido, y notando en él una como sonrisilla de hombre de mundo, le dio un pellizco acompañado de estos conceptos, un tanto airados: «, la palabra de casamiento con reserva mental de no cumplirla, una burla, una estafa, una villanía. ¡Qué hombres!... Luego dicen... ¿Y esa tonta no te sacó los ojos cuando se vio chasqueada?... Si hubiera sido yo...».

Tampoco el de D.ª Robustiana, que acompañó á la criada cuando vino á servir la sidra, expresaba como otras veces un humor jovial y sereno. Entonces sospechó que algún disgusto había ocurrido entre los cónyuges. Pero le llamó la atención el que Manolete, Linón, la criada, todos cuantos por allí andaban se mostrasen serios y hasta airados.

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