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Susana, una reducción de mi tía en cuestión de mal gusto y estupidez contesté con fastidio. Desde mañana remediaremos la miseria de tu guardarropa, sobrina. Ten, sin embargo, un poco de respeto por la memoria de la señora de Lavalle. No la querías, pero ha muerto: ¡descanse en paz! Vamos a comer; en seguida Juno te acompañará a tus habitaciones.

Menudo réspice le echó la fundadora a su sobrino cuando salieron. «Pero, hijo, me has quitado la devoción con tus paseos por la iglesia. Ya decía yo que te habías de cansar». Pues tía, para primer día de curso, no puedes quejarte. Todo es empezar. Ya ves que una misita. ¿Qué querías? ¿Que fuera como ? Te aseguro que me satisfizo el ensayo.

Pero, señora, respondió; pero, Carmen; ¿quién ha dicho a Vds. que yo tenía rencor? ¿Y por qué había de tenerlo? Era yo vicioso, señor alcalde, y por eso me entregó Vd. a la tropa. Bien hecho: de esa manera me corregí y volví a ser hombre de bien. Era yo un ocioso y un perdido, Carmen: tu eres una niña virtuosa y buena, y por eso cuando te hablé de amor me dijiste que no me querías.

¿Qué enorme catástrofe de alma te engendró aquella gran sed, monstruosa y suicida? Una sirena encantadora cantaba en el fondo del vaso y no querías oír sino su voz emponzoñada de trágica Loreley. Y allí te esperaba la Muerte, la marioneta descarnada, todo blancura y piruetas, como la Colombina de tus fiestas galantes.

Por las sotanas se perdió don Carlos V, y al VII no le aprovechó la lección. Allá se las haya. ¿No querías religión?, pues ahí la tienes; atrácate de curas, indigéstate y revienta. Es una apreciación tuya dijo Nicolás moderando su ira , que no me parece muy fundada... esta es la cosa. ¿ qué sabes lo que es el mundo y la realidad? Estás en babia.

María soltó la risa, notándose así mucho más el cansancio de sus ojos. ¿? ¿Pensabas eso, Antenor? No, supondrás... era una broma se rió él también. La madre entró de nuevo en la sala, y la conversación cambió de rumbo. Eres un canalla me apresuré a decirle en los ojos a Vezzera, cuando salimos. me respondió mirándome claramente. Lo hice a propósito. ¿Querías ridiculizarme? ... quería.

Si el caso pide asombro, creo yo que el asombrado debió ser Guzmán. Pues aseguran que no se asombró cosa maldita. ¡Y querías que me asombrara yo! Quien debió llegar hasta el éxtasis del asombro fue el padre.... quiero decir, el marido de la madre.

Otra de las particularidades de aquél era el tutear a todo el mundo, grandes y chicos, señoras y caballeros. ¡Yo! exclamó la dama. ¿Y por qué soy el perro del hortelano?... Sepamos. Pues decía Amalia que ni querías comerte la carne ni permitir que la coma D. Santos. ¡Vamos! ¿Quieres callarte, embustero? dijo la señora, medio irritada, medio risueña, dándole un pellizco.

Esta noche no me has dado un beso, hijo mío dijo medio en broma, medio regañando; sabes que cuando eras pequeño, eso era mala señal; alguna tontería o alguna pena que ocultarme. No querías mirarme de frente porque decías que leía en tus ojos... Y apoyándose en la almohada, preguntó en tono risueño, desmentido por su acento angustiado: ¿Tontería o pena, hijo mío?

¡Vamos... a nuestros asientos! contestó Ricardo al abrir la puerta del coche-restaurant, y agregó al asegurarse la gorra, que tenía puesta: ¡Cuidado con las gorras! que se ha levantado viento. Al encontrarse nuevamente en el sitio que ocupaban, dijo Melchor: ¿Los diarios, no?... ¿ querías los diarios, Ricardo? ... pero, ¿quieres creer...? A también me está dando sueño.