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Las bodas se efectuaron tres semanas después de la historiada proeza en la iglesia de San Agustín, y como la joven pareja se pusiera de acuerdo para no llevar a cabo el reglamentario viaje de novios, se instalaron la noche misma de sus nupcias en el hotel que Marianita había hecho comprar a su marido, calle Monceau, hotel cuyo arreglo presidió ella misma dando muestra en el mobiliario y tren de su proverbial buen gusto, porque no era esta cualidad la que precisamente faltase a Mariana.

España, que había sobrepujado en valor a Grecia y a Roma, temblaba ahora de miedo bajo la péñola de los privados y el balbuceo del confesor Diego de Chaves. Todo era hambre, cohecho, terror. Ya era muerta la varonil altivez de donde nacieron la proeza rara y la denodada aventura. Hoy la hombría de bien era desacato; el fuero, sedición; la dignidad, rebeldía.

Afortunadamente no hubo más que un herido y unos cuantos contusos, entre ellos el mismo militar al caerse luchando con la cortina, que olía á capa del filibusterismo. Tal proeza le dió tanto renombre y un renombre tan puro que ¡ojalá todas las famas se conquistasen de análoga manera! ¡las madres llorarían menos y estaría más poblada la tierra!

Partió en seguida, con la idea de que emprendía una notable proeza de actividad física, que algún día no dejaría de embellecer de un modo o de otro, en medio de la admiración de una sociedad selecta, en la taberna del Arco Iris.

Cualquier día van a costarle caras estas gracias dijo Lorenzo, contemplando a Melchor sobre cuyos hombros se veía a la distancia las puntas flotantes del pañuelo, agitadas por el vendaval que el Platero producía. ¡Ni potro que fuera... para sacarlo a don Melchor! se aventuró a decir Ramona, como si la agitara un hondo orgullo ante la proeza realizada por su patrón.

La ceremonia que usan en sus casamientos es como sigue: Ningún padre dará su hija á marido, si éste no ha hecho antes alguna proeza; por eso, el que se quiere casar, sale antes á caza, y muertos cuantos animales puede, da la vuelta con un centenar de liebres, y sin hablar palabra las pone á la puerta de la mujer de quien está enamorado, y por la calidad y cantidad de la caza, juzgan los parientes si la merece por esposa.

Ramiro pensó que, al hacer su reaparición en la asamblea, todos los rostros se volverían hacia él, y que hasta los varones más graves se adelantarían a cumplimentarle por su proeza. Guarecido casi de su herida, pero flaco y sin fuerzas, vistió una tarde su traje más lujoso, se ciñó la daga del morisco y presentose en la sala pequeña, que hacía las veces de primer recibimiento.

Ruy Diaz de Rojas, personage del tiempo de Enrique III, de quien cantó una gran proeza aquel conocido romance: Vente á , el perro moro, Que no á los niños muchachos. Este es un ejemplo entre mil que pudieran citarse.

Si tiene afición a subir montañas, encontrará en la república muchos picos dignos de su proeza o, si prefiere paisajes más amenos, los encontrará en el valle de Yungas, una de las regiones más bellas de toda la América meridional.

Y no hay excelencia en lo creado, cuyo valer no estime y pondere en lo justo; ni beldad en quien sin concupiscencia no se complazca, porque tiene ya hartura y plenitud de deleites purísimos; ni riquezas que no mire sin codicia, porque está agraciada y como heredada de los más preciosos dones; y ama sin celos al amor que da Dios a las criaturas, por que las comprende en su mente e imagina que todo el amor que vierte Dios en ellas, le recibe y le guarda para propia. ¿De qué sacrificio, de qué obra estupenda de caridad, de qué proeza de amor, de qué devoción, abnegación y martirio no será capaz el alma unida con Dios, y que se vuelve a las criaturas, y las contempla en Dios mismo, como si fuesen algo del ser y de la sustancia del objeto amado?