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Actualizado: 3 de mayo de 2025
Es imposible pintar el dolor que tuvo la infeliz cuando María Luisa, hallándose una noche en casa de la duquesa de Chinchón, se permitió hacer, con su acostumbrada malicia, algunas apreciaciones un poco picantes sobre la gordura y redondez de nuestra diosa.
Yo no lo digo por modestia. La luna apareció por encima de las azoteas de la ciudad cuando ya estábamos próximos al muelle. Inicié un aplauso a la diosa de la noche, y todos me secundaron con vivo palmoteo. Isabel manifestó que era lástima meternos en casa, y nos propuso dar la vuelta y pasearnos un rato, lo cual hicimos contra la voluntad expresa del tío de Elenita.
El amante piensa entonces en los medios más eficaces para la consecución de su propósito, y resuelve, creyéndolo más acertado, seguir el consejo de la diosa y recurrir á una vieja alcahueta, famosa por su astucia. Acto tercero. La vieja viene á la casa de Pamphilo, y oye de sus labios el nombre de la bella, á quien ama, después de prometerle la mayor reserva.
Sería bonito huir, romper lo ordenado, entregarse á la atracción de esos horizontes donde la diosa Aventura celebra diariamente, en la vaguedad ondulante de todos los caminos, sus ritos de poesía y misterio. Y alucinada por «la alegría que pasa», Margarita Brunet, sin despedirse de nadie y sin amar á ninguno de sus raptores, siguió á la farándula...
Pero esta diosa no se lleva consigo al Mapono como lo hacen los otros dioses; antes bien, no siempre que el Mapono baja del cielo, viene en brazos de la diosa. Son muchos sus viajes y sus funciones.
Pero aquí, en plena soledad, con el más imperioso de los instintos irritado por la privación, viendo a Margalida entre la morena y ruda hermosura de sus compañeras, bella como una diosa blanca de las que inspiran veneración religiosa a los pueblos cobrizos, sentía la demencia del deseo, y todos sus actos eran absurdos, cual si hubiera perdido para siempre la razón.
Huele aquí á contento, á paz, á alegría, á amor... Dios os bendiga, mis amigos, que tenéis sol claro en día de lluvia, y que vivís mientras otros se aperrean. ¿Y qué bueno hacéis, diosa? Escribo á mi padre largamente: antes habíale escrito una brevísima carta, pero no me basta. Estoy impaciente porque mi padre sepa punto por punto... ¿Es decir que os habéis metido á letrado? No os entiendo.
Todo se me figuró ser negro; las chozas, el suelo cenagoso, los canes hambrientos y el populacho abyecto. Regresé a mi albergue, donde arrieros, mongoles y criaturas piojosas, me miraban con asombro. Tiene vuestra merced razón. Es mala ralea. Mas no hay peligro; yo maté, antes de partir, un gallo negro, y la diosa Kaonine debe estar contenta.
Juan Maury tenía de esta mujer tres hijos legítimos; y, según me contaron, si a ellos los amaba como padre, a ella la obedecía y la acataba como rendido adorador a una diosa.
Sí repitió con acento apasionado , amo á una diosa humana, con toda mi alma, con todo mi corazón... y esa divinidad... ¡sois vos! ¡Yo! ¡imposible! Recordad que me turbé al veros. Eso nada prueba. Prueba que me habéis matado. Pero... caballero... dijo pálida y grave la Dorotea , creo que me tomáis por entretenimiento. ¿Me ofendéis...? Porque temo ser ofendida. ¿Qué encontráis de extraño...?
Palabra del Dia
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