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Actualizado: 12 de julio de 2025


Huele aquí á contento, á paz, á alegría, á amor... Dios os bendiga, mis amigos, que tenéis sol claro en día de lluvia, y que vivís mientras otros se aperrean. ¿Y qué bueno hacéis, diosa? Escribo á mi padre largamente: antes habíale escrito una brevísima carta, pero no me basta. Estoy impaciente porque mi padre sepa punto por punto... ¿Es decir que os habéis metido á letrado? No os entiendo.

Fué luego a bordo, y tras brevísima información mandó colgar de las antenas a los dos cabecillas y diezmó la marinería insurrecta, fusilando diez y siete. Amat decía que la justicia debe ser como el relámpago. Amat cuidó mucho de la buena policía, limpieza y ornato de Lima.

D. Luis y el conde se quitaron levitas y chalecos, quedaron en mangas de camisa y tomaron las armas. Se hicieron a un lado los testigos. A una señal del capitán, empezó el combate. Entre dos personas que no sabían parar ni defenderse la lucha debía ser brevísima, y lo fue.

Veamos, pues, sencillamente, no lo que se supone o columbra en el FAUSTO, sino lo que se dice, y esto en resumen y cifra brevísima, porque tememos que nos tilden de prolijos. Para mayor prontitud y claridad, marcaremos cada uno de los cinco actos en que esta segunda tragedia está dividida. ACTO I. El destino de Fausto no puede encerrarse en el de Margarita. Fausto tiene aún muy larga carrera.

Y como consecuencia de aquella brevísima entrevista, Gonzalo pasó desde entonces alguna que otra vez sin necesidad por delante de la casa de los señores de Belinchón mirando con el rabo del ojo a los balcones; cuidó más del aliño del traje y la persona; iba a misa de diez los domingos a San Andrés, donde doña Paula y sus hijos la oían.

Esta escena muda, que fue brevísima, acabó por echar Pito el sombrero al aire, es decir, por estrellarle contra la bóveda erizada de puntas calcáreas; Chisco hizo lo propio, y yo no quise ser menos que los dos.

Don Pompeyo, más abandonado cada día, se colocaba taciturno, como Jeremías podría pararse en una plaza de Jerusalem, se colocaba, abierto de piernas, delante de la mesa pequeña, la de carambolas, y largo rato contemplaba a aquellos ilusos que pasaban las horas de la brevísima existencia, viendo chocar o no chocar tres bolas de marfil.

Pero toda felicidad es breve en este mundo. La de él, brevísima. Al día siguiente de aquel deliquio amoroso, encontraba a su dueño frío como el mármol, displicente, y, lo que es peor, en largas y reservadas pláticas con Escosura allá por los rincones del salón.

Vamos, don Alfredo, no le maree más... Mire que yo también voy a poner sus trapiyos sobre la mesa dijo la brevísima Matilde, que mientras comíamos se movía espiando nuestros deseos, satisfaciéndolos o haciéndolos satisfacer por Gervasio. El comandante se puso un poco colorado. Vaya, vaya, a callar, Colibrí. Más te valiera tener cuidado de que este arroz estuviese sabroso.

Los ojos del aya, mientras duró esta brevísima escena, no se alzaron de la mesa, y sus labios estuvieron contraídos con sonrisa dura y nerviosa. El conde clavó la vista en su mujer y se alzó de la silla pausadamente. En este momento penetró el criado en el comedor diciendo: Un señorito joven y rubio, que viene de Vegalora, pregunta por los señores. Que pase adelante. Los amigos del conde.

Palabra del Dia

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