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Actualizado: 11 de junio de 2025


Después, aun en el caso de aprovechar una ocasión y poder salir de allá, quedaba por recorrer un pasillo largo y luego unas escaleras... Imposible. Había que escapar por la ventana. Era el único recurso. ¿A dónde dará esto? se dijo. Arrimó el banco a la pared, se subió a él, se agarró a los barrotes y a pulso se levantó hasta poder mirar por la reja.

Contempló el bulto con una sonrisa, luego subió a la reja, ató un cabo de la cuerda a los dos barrotes y el otro extremo lo echó fuera poco a poco. Cuando toda la cuerda quedó a lo largo de la pared, pasó el cuerpo con mil trabajos por la abertura, que dejaba el barrote arrancado, y comenzó a descolgarse resbalándose por el muro. Cruzó por delante de una ventana iluminada.

Le echaba humo de tabaco, le llamaba y solía poner entre los barrotes de la jaula un trozo de madera, como si fuese el dedo, y Poll, que era rencoroso, se echaba sobre él y le daba un picotazo con su pico fuerte, y cuando se encontraba que no tenía presa, se recogía, burlado y huraño, ante las carcajadas del pillo del grumete....

La estufa del jardín tenía inmediato a la verja un horno pequeño hecho de ladrillos y recubierto de baldosas, que servía para entibiar la atmósfera en que crecían las flores: Pateta se acercaba allí, espiando el momento en que ningún criado pudiera verle, y metiendo el brazo por entre los barrotes de la verja, depositaba la carta bajo una de aquellas baldosas mal afirmadas.

Daba el ventanillo a la plaza de la fuente, en donde el día anterior se había encontrado con el extranjero. Saltó al suelo y se sentó en el banco. La reja, era alta, pequeña, con tres barrotes sin travesaño.

A unos cien pasos de la Villa Blanca, se elevaba, o más bien, se hundía, hasta tal punto parecía una topera, una construcción gris aplastada bajo un techo de bálago con una puerta baja y de medio punto y una estrecha ventana guarnecida de dos barrotes en cruz en la que con frecuencia danzaba una pálida luz a la sombra del crepúsculo.

Pensó por última vez en su madre, amante de su prestigio y temerosa de las murmuraciones de los enemigos; en aquellos demagogos que por la mañana se asomaban a la puerta de los cafés burlándose de la manifestación; pero todos sus escrúpulos se desvanecieron al ver la cerca de altas adelfas y punzantes espinos, las dos pilastras azules en que se apoyaba la puerta de verdes barrotes, y empujando esta entró en el huerto.

En aquel local, donde la luz se filtraba con trabajo al través de unos cristales polvorientos resguardados por toscos barrotes de hierro, donde el olor de las pieles curtidas llegaba a producir náuseas, el viejo Calderón había ido amontonando con mecánica regularidad duro sobre duro, onza sobre onza, hasta formar algunas pilas de millón. Su hijo Julián nada había cambiado.

En las casas inmediatas á los caminos de esta tierra estéril, los dueños evitaban pintar sus cercas de verde, pues los pobres animales, engañados por el color, empezaban á roer los barrotes de madera, tomándolos por vegetales surgidos del suelo. Rosalindo acabó por adquirir el mismo aspecto de los obreros del país. Ya no quedaba nada en él del gaucho salteño.

Lo más notable de todo ello fue para la torre, de la que daban dos fachadas al corral, en una de las cuales, y no en su centro, estaba la puerta de ingreso a ella, baja y angosta y reforzada con enormes clavos y grandes barrotes de hierro mohoso. Tenía cuatro pisos y terminaba en un gracioso parapeto con gárgolas de piedra para desagüe del tejadillo apuntado.

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