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Actualizado: 18 de julio de 2025


Todas las consideraciones que su deseo le sugería no bastaban a destruir la gran certidumbre que, sin saber cómo, se le había colado de rondón en el cerebro. Algunos pormenores, que habían pasado para él inadvertidos, adquirieron de pronto alto relieve, se alzaron como antorchas encendidas para guiarle.

Le condujo hasta la puerta y en la oscuridad del vestíbulo Jacobo sintió el brazo de Lea que le rozaba con suavidad como para guiarle; un seno palpitante se apoyó contra su pecho y, sin que él pudiera defenderse, una boca, que mordía dulcemente, se posó en sus labios. El joven se estremeció y rechazó aquel fantasma del amor desaparecido.

»¿Puede haber alguien capaz de tener, como yo tengo, la paciencia de permanecer día y noche a la cabecera de mi enferma sin guiarle otro estímulo que el sentimiento altruista de la ciencia? ¿Habría alguien capaz de hacer por el oro o por la gloria lo que por amor paternal estoy yo haciendo? No; no hay nadie capaz de eso.

En aquella escuela de acento y de prosodia siguió el niño atando cabos, y un día, después de una larga conversación con don Joselito, en que el maldito enano tanteó todo lo que podía esperar su codicia de aquel ánimo generoso si conseguía iniciarle de una vez y guiarle más tarde por los laberintos del vicio, el niño ató el último cabo... Desde entonces varió de carácter; había visto más de lo que esperaba ver, y una gran vergüenza clara ya y distinta, y un odio feroz, implacable y reconcentrado, nacieron a la vez en su corazón, impidiéndole aquella levantar los ojos delante del último lacayo, haciéndole este afilar en silencio el puñal de su rencor, para cuando él fuera hombre, para cuando él mandara en su casa...

La grandeza del hombre no está en anticiparse á su siglo, cosa imposible por demás, sino en adivinar sus deseos, responder á sus necesidades y guiarle á marchar adelante. Los genios que el vulgo cree se han adelantado al suyo, solo aparecen así porque el que los juzga los ve desde muy lejos, ¡ó toma por siglo la cola en que marchan los rezagados! Simoun se calló.

Tal vez resultase el encuentro algo en desacuerdo con las reglas; pero el tiempo apremiaba, sólo podían disponer de unas horas, y él había hecho todo lo que creía oportuno. La busca de lugar para el combate era lo que más le preocupaba en esta tierra desconocida. Unos muchachos argentinos, recordando sus paseos por Río Janeiro al ir a Europa, se ofrecían a guiarle a cambio de presenciar el duelo.

Eran los guardianes y los empleados de las excavaciones, que, faltos de trabajo, gesticulaban y se insultaban en sus asientos de veinte siglos, profundamente separados por el entusiasmo patriótico ó el miedo á los horrores de la guerra. Ferragut, con el plano en la mano, pasó ante estos grupos, sin que nadie se levantase para guiarle.

Le tomaba del brazo para guiarle en las desigualdades del terreno; evitaba que su capa enganchase en los sarmientos sus bordados de realce. ¡Ab ira, et odio, et omni mala voluntate!... cantaba el sacerdote. Había que variar la respuesta, y Dupont, con todos los suyos, contestaba: Libera nos, Domine.

Aquel mar tranquilo como una laguna, sin rompientes y sin olas, no podía guiarle con el ruido de sus aguas al chocar contra la orilla. Un silencio absoluto envolvió á Edwin. La profunda calma de la noche solamente se turbaba con el crujido de los arbustos, que tenían forma de árboles. Sus ramas, al partirse bajo sus pies, lanzaban chasquidos de madera vigorosa.

A Amalia no le sorprendían en la apariencia tales originales y morbosas psicologías; las aceptaba como cosas naturales, daba su opinión acerca de ellas y se autorizaba cariñosamente el aconsejarle, reprenderle a veces, guiarle en ciertos asuntos de la vida, cuyo complicado mecanismo ignoraba el conde por Completo.

Palabra del Dia

godella

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