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Actualizado: 11 de junio de 2025
Unas veces permanecía firme en el corredor, como el que espera á los domésticos, fatigado por inútiles llamamientos. Otras veces le sorprendían con la cabeza asomada á la puerta entreabierta, retirándola precipitadamente. Un viejo conde italiano le dirigió al pasar una sonrisa de inteligencia y compañerismo... ¡Estaba en el secreto! Aguardaba, indudablemente, á una de las doncellas del hotel.
Viudo desde muy joven, tenía sus dos hijas bajo la vigilancia de criadas jóvenes, a las que más de una vez sorprendían las pequeñas señoritas abrazadas a papá y tuteándole. La señora de Dupont indignábase al conocer estos escándalos y se llevaba las sobrinas a su casa para que no presenciasen malos ejemplos.
Los de toda España y los de aquellas ciudades, como Nápoles y Milán, Bruselas y Méjico, en que se hablaba la lengua castellana, resonaban con su fama, y casi no contaban con otro repertorio que con el de sus obras: todos se sorprendían al observar, que, después de haber arrebatado al público con sus innumerables comedias, jamás se agotase su inventiva, y que escribiese otra y otra; los espectadores esperaban siempre de él algo nuevo y mejor, y nunca defraudaba sus esperanzas.
Si lo hubiese sería igual para los dos cónyuges, y bien saben ustedes que las faltas del marido, cuando no son excesivamente escandalosas, ni atentan al matrimonio ni extinguen por lo general el amor de la esposa. Elena escuchaba con intensa atención. Las palabras del pintor le sorprendían y aunque no les diese completo asentimiento, no pudo menos de hallarlas razonables.
Pasada media noche, estaban todos ebrios. Las mujeres, perdido el pudor, asediaban con su admiración al espada. Este se dejaba manejar impasible por las manos que se lo disputaban, mientras las bocas le sorprendían con ardorosos contactos en las mejillas y el cuello. Estaba borracho, pero su borrachera era triste. ¡Ay, la otra!... ¡la rubia verdadera!
En el medio había una columna de madera, carcomida por la intemperie, a cuyo extremo se hallaba sujeta una campana que se hacía sonar con cadena. Servía para convocar a los vecinos en caso de necesidad, y también la utilizaba el cura para rezar el Angelus cuando las horas del mediodía o el oscurecer le sorprendían entre sus feligreses.
A Amalia no le sorprendían en la apariencia tales originales y morbosas psicologías; las aceptaba como cosas naturales, daba su opinión acerca de ellas y se autorizaba cariñosamente el aconsejarle, reprenderle a veces, guiarle en ciertos asuntos de la vida, cuyo complicado mecanismo ignoraba el conde por Completo.
El mocetón grave, de carácter áspero, tuvo para el pequeño dulzuras y atenciones que sorprendían á la familia. Cuando el gabarrero iba á Bilbao, llevábase á Luis, dejándolo en las banquetas de los escritorios mientras ajustaba con los señores la cuenta de sus viajes.
Veíale, de pronto, inclinar su cabeza sobre el pecho, el arpa escaparse de sus manos, y su rostro inundarse de lágrimas, que procuraba ocultar con una sonrisa; luego, para desechar su melancolía, ejecutaba algún bolero o alguna graciosa barcarola. »Nada igualaba a la bondad de su corazón, pero encontraba en su carácter contradicciones que me sorprendían y que no podía explicarme.
Era una de las cosas que más sorprendían a los forasteros, sobre todo viéndole alternar en cierto pie de igualdad con los señores de la población. No sólo por respeto al maestrante, sino porque les hacía mucha gracia las salidas brutales de Manín, éstos se perecían por llevarle en su compañía.
Palabra del Dia
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