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Y cuando se extinga hasta el último resto de aquella raza marinera, de la cual en otra ocasión he escrito que «en la Edad Media daba caza a los balleneros ingleses en los mares del Norte y ajustaba tratados de paz y de comercio con sus reyes», todavía vivirán en un libro de sólida e indestructible fortaleza ciertos nombres y reminiscencias que tienen virtud de conjuro, como todo lo que toca la vara mágica del arte.

Se había propuesto ó ser una señorona principal ó quedarse para vestir imágenes, y, sirviéndole esto de pauta, ajustaba á ella todos los actos de su vida. Aunque el tío Gorico había contraído segundas nupcias, y Nicolasa tuvo madrastra en vez de madre casi desde la infancia, lejos de contribuir esto á que se criase con menos mimo, había ocasionado lo contrario.

Pero aquí se ven latir las sienes y se siente correr la sangre bajo esa piel bronceada. La pérdida de este trabajo hubiera sido para una calamidad irreparable. Está destinado á la iglesia de San Remo y esta tarde fuí con mi hija para ver si ajustaba bien en el marco de piedra que allí lo espera. Me demoré más de lo que esperaba, cerró la noche y ya sabéis lo que sucedió después.

Le parecía que abandonándola, iba a perder el calor de aquella noche de dulce intimidad, el contacto del hombro suave y carnoso que había estado horas enteras apoyado en él. Mientras se ajustaba al cuerpo las prendas de su traje ya secas, Leonora le miraba fijamente. Quedamos entendidos, ¿eh? preguntó con lentitud. Amigos, sin esperanza de más.

Asentía á todo cuanto se le dijese, cerrando los ojos, bajando la cabeza y diciendo en tono melífluo: «¡PerfectamenteTenía el Sr. Velasco de la Cueva infinitos modos de pronunciar este perfectamente, alargando, contrayendo, reforzando ó suavizando las sílabas, de tal suerte que se ajustaba al tono y significado de las palabras del interlocutor.

Sin embargo, observó que su tío miraba con frecuencia a las solapas de la levita y se las arreglaba con mano trémula: y como le conocía muy bien hacía tiempo, al instante comprendió que había motivo grave para aquel singular y repentino cambio de humor; el cuello de la levita no ajustaba bien; hacía un fuellecito por atrás siempre que bajaba la cabeza.

Componíanlo falda negra y plegada en menudas tablas con primoroso arte, abrigo corto de rico paño gris muy bordado, que se ajustaba perfectamente a su hechicero cuerpo, y gran sombrero, también negro, guarnecido de plumas rizadas, y velo de tul con motas que, fingiendo lunares, sombreaba dulcemente su rostro.

Había engordado mucho desde entonces: la seda del pecho, cruelmente estirada, parecía próxima á estallar á impulso de los ocultos y comprimidos globos; la falda, amplia en otros tiempos, se ajustaba como un mallón sobre las caderas.

La historia de todos los que suben aprisa. ¡Tanto que él había trabajado por Juan! ¡Con el tesón que había discutido con los empresarios cuando le ajustaba las corridas de novillos!... Y ahora que era maestro tenía por apodorado a un señor al que había conocido poco antes: un tal don José, que no era de la familia, y al que Gallardo mostraba gran estima por sus prestigios de antiguo aficionado.

Asistía a todos los servicios religiosos fúnebres, distribuía velas, las recogía luego, y si alguien se olvidaba de apagar la suya, se acercaba y la apagaba él, soplando muy solícito. El muerto le inspiraba una gran curiosidad. De media en media hora entraba en la cámara mortuoria para mirarle, ajustaba sobre el cadáver el lienzo que lo cubría y le arreglaba la levita.