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Actualizado: 25 de mayo de 2025
Dicho esto, puso sus ojos fieros en los de su hermano tristes y serenos; le envolvió en una mirada aterradora y le apretó con más fuerza el brazo, diciendo: Oye tú, si me sacas de esta cama, si me sacas de Pamplona y me pones en salvo en Huarte Araquil o en Oricaín y me das un caballo, te juro que se acabará el odio que te tengo y serás mi hermano querido, y daré una interpretación buena a tus cuidados, agradeciéndolos en vez de rechazarlos.
¡En nombre del Cielo, querida! ¿Qué tienes? gritó. No me hallaba en estado de proferir una palabra. Pero ella, con un movimiento maternal, tomó una gruesa manta de lana, me envolvió en ella y me colocó en su regazo, aunque yo ya era más grande que ella. Vamos, confiésate, tesoro mío. ¿Qué ocurre? me preguntó acariciándome las mejillas.
7 Y dio a luz a su hijo primogénito, y le envolvió en pañales, y le acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón. 8 Y había pastores en la misma tierra, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño. 10 Mas el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy evangelio de gran gozo, que será a todo el pueblo;
De cuando en cuando nos asaltaba el temor de que la enferma tuviera un ataque, y esto malograra nuestra fiesta, pero felizmente no sucedió así. A las seis salí en busca de don Román. El pobre viejo se envolvió en su raída capa, se apoyó en mi brazo, y, pian pianito, hasta la casa. El pobrecillo vino muy cargado: traía algunas libras de confites, para obsequiarnos. Era el padrino, y debía hacerlo.
Pero la hermosa señora se limitó a acoger su declaración con un ¡ah! de fría extrañeza, que no revelaba siquiera si su nombre le era conocido. Pero al mismo tiempo, le envolvió en una rápida mirada investigadora y burlona que parecía decir: Este muchacho tiene buena presencia, pero debe ser tonto.
Guillermo entonces, sin lanzar una queja ni derramar una lágrima, envolvió aquel cuerpo sin vida con su hábito negro, lo cargó sobre su espalda y lo llevó al monasterio. Detúvose en el atrio de la escalera, y después de haber depositado su triste carga en el suelo, convocó por medio de la campana a los religiosos del convento.
Y es el casó que así lo hizo, y sólo cuando por ser ya los fragmentos muy pequeños le fue imposible hacer una nueva división, abrió la mano, y envolvió a los transeúntes en aquella nevada intempestiva; hecho esto volvió a reírse en mis barbas y cerró la ventana, mientras una importuna ráfaga de viento me traía un fragmento de mi carta y una muestra con él de mi elocuencia. ¿A qué no imaginas cuál era? ¡Pues nada menos que aquel que contenía la palabra ridículo!
Ve, ve... hija mía... acabo de salvarte de un peligro... yo te salvaré de todos; adiós. Y partió hacia el alcázar. La Dorotea, atónita, asombrada, sin comprender lo que la sucedía, le vió desaparecer, se envolvió en el manto, y á paso lento, con la cabeza inclinada, pisando lodo, se encaminó á la calle Ancha de San Bernardo. El tío Manolillo corría como alma que lleva el diablo.
Espera, hombre, que vas a romper el papel; trae acá, yo te prepararé el paquete. Lo envolvió todo muy bien, aseguró el lío con un cordón, y se lo entregó. Pero no te vayas todavía; no tengas cuidado, que nadie vendrá. Háblame, antes, de la tía Silda, ¿qué te ha dicho? ¿qué te dió de almorzar?
El joven Princetot había acompañado a Delaberge hasta los mismos andenes... Francisco le envolvió en aquel supremo momento en una afectuosísima mirada y nunca le pareció tan evidente su semejanza con el hijo de Miguelina... ¡Valor, y buena suerte! le dijo con voz que se esforzaba en hacer serena.
Palabra del Dia
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