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Actualizado: 27 de junio de 2025


Todo lo veía de un color amarillento pálido; entre los objetos y ella, flotaban infinitos puntos y circulillos de aire, como burbujas a veces, como polvo y como telarañas muy sutiles otras: si dejaba los brazos tendidos sobre el embozo de su lecho y miraba las manos flacas, surcadas por haces de azul sobre fondo blanco mate, creía de repente que aquellos dedos no eran suyos, que el moverlos no dependía de su voluntad, y el decidirse a querer ocultar las manos, le costaba gran esfuerzo.

Los buhoneros, los carreteros, los caldereros, toda esa población flotante que va continuamente de la sierra al llano y del llano a la sierra, llevaban día por día, de Alsacia y de las orillas del Rin, una porción de noticias inquietantes: «Las plazas decían tales gentes se preparan para la defensa; se busca trigo y carne para aprovisionarlas; las carreteras de Metz, Nancy, Huningue y Estrasburgo se ven surcadas de convoyes.

Sus aguas son surcadas de contínuo por frágiles embarcaciones que transportan los productos de unas á otras islas, sosteniendo un activo tráfico de cabotaje, que reuniendo las mercancías en los puertos de Cebú, Ilo-Ilo y otros menos importantes, los ponen en condiciones de abastecer el gran mercado del Archipiélago, Manila, y exportar directamente al exterior enormes cantidades de azúcar, café, cacao, abacá, tabaco y otra infinidad de productos que por su bondad son tenidos en grande estima.

Figúrese el lector el Sena, con sus ondas tranquilas surcadas por vapores de corta fuerza, cubierto de trecho en trecho por elegantes puentes, con espaciosas casas de baños, iluminado profusamente por el gas, con un mundo de gente y carruajes que hacen vacilar los puentes, con árboles frondosos á derecha é izquierda, y por último, con la decoracion de dos ciudades que le cercan y le sitian presentando cada una en línea paralela de sus riberas á lo largo, un lienzo soberbio de palacios y monumentos que la vista no puede abarcar.

Sus mejillas, hundidas, estaban surcadas de arrugas; pero en su boca, más bien grande que pequeña, había firmeza y brío, y sus labios delgados se plegaban con gracia, prestando animación a toda la fisonomía y dejando ver dos hileras de dientes blancos, sanos y bien puestos. La nariz de don Braulio, aunque no deforme, era un si es no es acaballada o de pico de loro.

Cartagena es la capital del Estado federal de Bolívar, uno de los nueve en que recientemente se ha dividido Nueva Granada, con una poblacion de 200,000 almas y una extension aproximativa de 40,000 kilómetros cuadrados, compuesta en su mayor parte de espléndidas llanuras y selvas, surcadas por hermosos rios navegables; con un clima general de 33 grados centígrados, en los veranos, y un desarrollo muy considerable de costas marítimas entre las bocas del Magdalena y las del Atrato.

Todas las calles están surcadas por cañerías cubiertas que proveen las fuentes públicas de aguas abundantes y puras, y esas fuentes tienen todas cierto carácter que las hace muy curiosas, por las figuras de caballeros antiguos y animales feroces que representan.

Cerró los ojos y durante un momento no vio más que tinieblas surcadas por siniestros relámpagos. De pronto, pasos que sonaban en las calles del jardín la sacaron de su aturdimiento; miró al exterior y reconoció con terror indescriptible al marqués que, atravesando aquél, se dirigió al taller de Fabrice.

¿Pero quién es aquel señor que abre la puerta del café y esparce su vista por el local, como buscando a alguien, y desde que ve a Mariano viene hacia él, y se le sienta enfrente? ¿Quién ha de ser sino el bendito D. José? Bien se conoce en su faz su martirio y las tristezas que está pasando. Ved su cara demacrada y mustia, sus ojos impregnados de cierta melancolía de funeral; ved también sus mejillas, antes competidoras de las rosas y claveles, ahora pálidas y surcadas de arrugas. ¿Qué le pasa?

El viejo doméstico estaba desencajado. Parecía que le habían echado en pocos días diez años encima. Así que vio al sacerdote le cogió, con sus manos trémulas, por las muñecas y exclamó con voz alterada: ¡Se muere, D. Gil! ¡Se muere! Y un raudal de lágrimas corrió por sus mejillas surcadas de arrugas. ¿Está tan grave?

Palabra del Dia

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