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Actualizado: 2 de junio de 2025
Al norte de un patio silencioso y tranquilo que por un gracioso vestíbulo de estilo latino abre paso á un claustro de religiosas, hay una pequeña joya de ese tiempo, que es una portada de iglesia, adornada con todos los caprichos que distinguen la decoracion gótica del estilo terciario, y flanqueada de dos elegantes estribos que rematan en agujas prismáticas y pináculos.
Pero tenía esperanza; tal vez se presentaría un modo de utilizar en beneficio del pobre mártir aquella abnegación a que estaba resuelta.... Mientras llegaba el momento, no podía más que consolarle, y esto sabía hacerlo de modo que el Magistral tenía que emplear esfuerzos de titán para contenerse y no demostrarle su agradecimiento puesto de rodillas y besándole los pies menudos, elegantes y siempre muy bien calzados.
La temperatura era grata y el paseo estaba muy lucido, como si aquella tarde se hubiesen citado allí las madrileñas más lindas y elegantes, al contrario de otros días, en que parece que se congregan las cursis y feas para amargarnos la vida, atormentarnos los ojos y hacernos dudar del Todopoderoso.
Olor eclesiástico de viejos recintos sahumados por el incienso, cuchicheos de beatas, visos negros de sotanas raídas o elegantes, que de todo hay allí, llenan estas admirables páginas, en las cuales el narrador hace gala de una observación profunda y de los atrevimientos más felices.
Volviendo ahora á nuestra catedral de Córdoba, que vimos salir de cimientos en el año 1523, es decir, cuando ya Enrique Egas, Pedro de Ibarra y otros maestros habian iniciado en las construcciones civiles la manera ultramontana, y proseguir lenta y trabajosamente hasta los primeros años del siglo XVII, esto es, hasta la época de la decadencia de nuestra arquitectura, ya facilmente sospechará el lector que vamos á encontrar dentro de ella todos los caractéres buenos y malos, todas las huellas de las diferentes trasformaciones de nuestro gusto artístico, desde las elegantes proporciones dadas al estilo plateresco por Cristóbal de Andino, Juan de Badajoz, Machuca, Covarrubias, Siloe y Borgoña, hasta las frias, secas y pesadas invenciones de los imitadores de Juan de Toledo, Herrera, Vega, Becerra, Bustamante y Villalpando.
Así es que, según lo que yo he llegado a averiguar, por causa de Elisa hubo de introducirse en el dialecto elegante y aristocrático de Madrid el vocablo inglés flirtation, que ya empieza a divulgarse y hasta a avillanarse. Hace algunos años era un vocablo que no se pronunciaba sino en los salones más elegantes, y apenas si se aplicaba a otra mujer que no fuese Elisa.
De esta suerte entró en el gabinete donde estaba reunida la familia del opulento banquero, balanceando la cabeza como si no pudiese con ella a causa del número incalculable de pensamientos que guardaba dentro, de los modales elegantes a los modales groseros no hay más que un paso, como de lo sublime a lo ridículo.
María Teresa es encantadora se decía, pero cuanto más reflexiono, más me convenzo de que sería una locura casarme con ella en las circunstancias actuales. Somnoliento todavía, abrió los ojos, miró a su alrededor, y experimentó una sensación de vivo placer al contemplar las cosas confortables y elegantes que lo rodeaban.
Acicalado, perfumado y siempre de veinticinco alfileres, aunque bizarro militar, tenía más trazas de Cupido que de Marte. No creo que tuviese ilusiones, ni que soñase, como su amigo el doctor. Don Jaime iba al grano. Buen mozo, audaz y discreto, había tenido ya varios éxitos ruidosos con damas elegantes, y tres o cuatro desafíos, en los que siempre había quedado vencedor.
Los oficiales, gente de buen humor y jóvenes casi todos, reían, charlaban y hasta jugaban con un enjambre de elegantes niñas, que ni la mayor sumaría doce años, ni la menor bajaba de tres.
Palabra del Dia
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