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Eran las doce muy corridas e la rua estaba negra como malos pecados, cuando dos gentiles hombres así fablaban en puridad andando su camino: Paréceme, amigo Egas, que no andades tan suelto por la calle sonando la queda como a sol tendido.

"Tened por cierto que los mis amores no me entraron por vuestros ojos bellidos, sino atendiendo a que por falta de chapín metí mis pies en un celemín, o que por deseo de zuecos metílos en cántaro. No al sino que si Satanás no os empuña, los grajos vos saboreen. Don Egas, dos minutos después de mi redención."

Don Egas fincaba en su lecho, repasando en la mañana los azares infaustos de su correría nocturna, cuando ante él apareció un muchacho vivo e agraciado que le entregó una epístola con nema negra, e le preguntó: ¿Niño, sois paje? ¡Oh que no, señor estafermo, digo enfermo! Soy el monaguillo del barrio, cual lo vedes por la hopa que visto; e llevo, e traigo, e torno, e pido.

Entonces el enamorado Egas, con voz entonada y ronquilla, cantó de tal manera con ayuda de vecino: Cuando contemplo en tal hora el blanco envés de tu espalda, y que recoges tu falda para subir tan sonora; don Cupido, o don Demonio, entra a rebato en mi pecho, y grito, un sátiro hecho, yo requiero matrimonio. ....................

Véase en comprobacion la sabia y juiciosa crítica que hace Mr. Viollet-le-Duc de la restauracion de la catedral de Reims verificada en tiempo de Luis XI. Dictionnaire raisonné de l'architecture etc. Art. Architecte. Enrique Egas es el autor del colegio mayor de Sta.

E otrosí: oteando en su magín el buen don Egas, reparó que si a interrogación se debe respuesta, con mayor fuerza de derecho toda epístola traída en recaudo pide letra y carta en papel; y por tal resolvió no darse por muerto, antes bien escribir su senda foja, y diciendo y haciendo ansí trazaba letras como signos de nigromancia, y dijo: "A la por ahora mitrada en tocas y rabuda en haldas.

Algunos viajeros, después de luengos años, relataron en sus escritos que cierto anciano de faz venerable y bellida y argentada barba, y otra persona de menos edad, huyendo de los dos visires, vivieron solos y apartadamente en una isla desierta. Muchos sospecharon que tales solitarios no pudieron ser sino Lokman y Caleb. DON EGAS EL ESCUDERO Y LA DUE

Engracia de Zaragoza, trazado por Tudelilla; el monasterio y templo de S. Miguel de los Reyes de Valencia, obra de Covarrubias y Vidaña; la preciosa fachada principal del alcázar de Toledo, del mismo Covarrubias y de Enrique Egas; la capilla del Salvador de Úbeda, y el palacio del comendador mayor Cobes, secretario de Cárlos V, obra de los Valdeviras de Sevilla; la casa de ayuntamiento de esta ciudad, de autor desconocido; el famoso claustro de S. Zoil de Carrion y la fachada del convento real de S. Marcos de Leon de la órden de Santiago, ideados por Juan de Badajoz, etc.

Volviendo ahora á nuestra catedral de Córdoba, que vimos salir de cimientos en el año 1523, es decir, cuando ya Enrique Egas, Pedro de Ibarra y otros maestros habian iniciado en las construcciones civiles la manera ultramontana, y proseguir lenta y trabajosamente hasta los primeros años del siglo XVII, esto es, hasta la época de la decadencia de nuestra arquitectura, ya facilmente sospechará el lector que vamos á encontrar dentro de ella todos los caractéres buenos y malos, todas las huellas de las diferentes trasformaciones de nuestro gusto artístico, desde las elegantes proporciones dadas al estilo plateresco por Cristóbal de Andino, Juan de Badajoz, Machuca, Covarrubias, Siloe y Borgoña, hasta las frias, secas y pesadas invenciones de los imitadores de Juan de Toledo, Herrera, Vega, Becerra, Bustamante y Villalpando.

La carta fué y afufóse la tórtola, e ansí quedaron en flor e ciernes los amores de Egas e de Aldonza, fincando burlados los curiosos de ver que fruto e injerto hubiera salido de cruzar dos cartas tan eminentes por su huero magín.