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Entre estos últimos ¿quién no recuerda al famoso abad Esperaindeo, doctor ilustrísimo, de feliz recordacion, luz brillante de la iglesia en aquellos tiempos borrascosos, varon elocuente, maestro de los mas grandes genios que florecieron en la España mozárabe, y de quien se escribió que entre las amarguras que por entonces inundaban toda la Bética, prevalecian los raudales de su prudencia con los cuales endulzaba lo mas salobre? ¿Quién no descubre al punto á Eulogio, cuya figura colosal nos sale siempre al paso en nuestras indagaciones sobre aquellos oscuros tiempos, como nos atrae la mirada un hermoso planeta cuando nuestra vista se sumerge en los insondables piélagos del firmamento: luminar de la iglesia española durante su persecucion, restaurador de las ciencias eclesiásticas y de las humanidades, maestro de mártires y mártir gloriosísimo? ¿Quién finalmente se olvidará del caballero cordobés Alvaro Paulo, tambien discípulo sobresaliente de Esperaindeo; del doctor Vicente, á quien este mismo caballero nombra, y en cuyo elogio basta decir que el título de doctor era á la sazon de mucha dignidad en la Iglesia, y que por lo mismo se daba muy raras veces; de aquel eximio abad Sanson, rector de la iglesia de S. Zoil, de quien poco hemos hablado; del sabio Leovigildo, presbítero de la iglesia de S. Ciprian, que tan elocuentes páginas escribió sobre la observancia del trage clerical?

Leocadia de la misma ciudad, y de la de S. Félix de Córdoba, renovada y embellecida por el obispo Agapio II antes del año 618 para que sirviese de sepultura al cuerpo del mártir S. Zoil. Paulo Diácono nos habla de un baptisterio en la iglesia de S. Juan de Mérida, todo cubierto de pinturas... ¿ A qué amontonar citas?

Esta era la forma general de las basílicas latinas, godas y mozárabes: esta la que próximamente debian presentar aquellas antiguas iglesias de S. Acisclo, de S. Zoil, de S. Ciprian, etc., que tanto ilustraron con su virtud y su ciencia, ya mártires hoy gloriosos, como el presbítero S. Perfecto, el levita S. Sisenando, el diácono S. Pablo, los Stos.

Aunque Almanzor era solamente hagib ó primer ministro del verdadero califa, Hixem II, mandaba de hecho como rey, y por tal le tenia el pueblo castellano. Véase pág. 189. Ambrosio de Morales, Crón. lib. XVI, cap. 45. S. Zoil y S. Félix, que llevó al famoso monasterio de Carrion.

Era un donativo ofrecido por el célebre abad Sanson, rector de la basílica de S. Zoil y abad del monasterio pinamelariense, á una iglesia titulada de S. Sebastian, de la cual no queda hoy mas memoria sino que estaba en la Sierra de Córdoba á tres leguas de la ciudad.

Engracia de Zaragoza, trazado por Tudelilla; el monasterio y templo de S. Miguel de los Reyes de Valencia, obra de Covarrubias y Vidaña; la preciosa fachada principal del alcázar de Toledo, del mismo Covarrubias y de Enrique Egas; la capilla del Salvador de Úbeda, y el palacio del comendador mayor Cobes, secretario de Cárlos V, obra de los Valdeviras de Sevilla; la casa de ayuntamiento de esta ciudad, de autor desconocido; el famoso claustro de S. Zoil de Carrion y la fachada del convento real de S. Marcos de Leon de la órden de Santiago, ideados por Juan de Badajoz, etc.