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El reemplazante no era otro que el teniente coronel Don Joaquin Urreiztieta, que en seguida se inauguró haciendo una ruda persecucion á los principales sugetos de la isla.

El muerto tenía dos heridas que debieron ser de armas de fuego segun lo que él estudió despues y serían las resultas de la persecucion en el lago.

Isabel se había ido aquellos días con su padre a Sanlúcar, a la boda de una prima suya. Pepita proseguía la persecución de Villa, y éste, desembarazado por la ausencia de Isabel, continuaba dando caza a la criadita de la casa en las mismas narices de la señorita.

Todos los vasallos de la Corona se ven obligados á acudir á su llamamiento, y entre ellos el dueño de Moraña; éste nombra al Conde capitán de sus soldados, de suerte que lo fuerza á marchar en su propia persecución.

Ya deseo que se acabe este mes por salir della." Pues, estando en esta afligida y hambrienta persecución, un día, no por cuál dicha o ventura, en el pobre poder de mi amo entró un real. Con el cual él vino a casa tan ufano como si tuviera el tesoro de Venecia, y con gesto muy alegre y risueño me lo dio, diciendo: "Toma, Lázaro, que Dios ya va abriendo su mano.

La sangre azul de los Sanchiz brincó de cólera en las venas de D. Antonio, de Antoñito, de sus hermanas y hasta en las del banquero, su cuñado, que no la tenía. Hubo de sufrir activa y feroz persecución.

El que siempre se le mostró leal y agradecido amigo fue Seudoquis, ascendido a coronel en los días de la jura, por los servicios prestados en la persecución de la partida de Campos.

El indomable teniente paseó largo rato su furor por las calles, animando con vivas interjecciones a sus huestes, lanzándolas en persecución de los rebeldes como un cazador lanza su jauría en persecución de un venado.

Su fe ardiente y todopoderosa buscaba los medios de servirle, y además el prurito de imitación de que ya hemos hecho mérito la impulsaba a remedar la conducta de aquellas santas vírgenes que desafiaron el poder de los más crueles tiranos y dieron ejemplo glorioso de constancia en tiempos de persecución.

Rehechos todos de esta violenta emoción, el primer grito fue el de preguntar dónde estaba el maldito, y correr a la orilla. Una tartana, con las velas rojas, empavesada como en un día de fiesta, se balanceaba a lo lejos... Era él, no podía dudarse . ¡Al puerto! ¡al puerto! y se precipitaron hacia el embarcadero para volar en su persecución. ¡Pero allá, gran Dios, qué espectáculo!