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Peribáñez y el comendador de Ocaña. Los comendadores de Córdoba y Fuente-Ovejuna. El Hidalgo abencerraje. La envidia de la nobleza y el cerco de Santa Fe. Las cuentas del Gran capitán. El Nuevo Mundo descubierto, y algunas otras. 33 CAPÍTULO XIV. La Estrella de Sevilla. Porfiar hasta morir. El mejor alcalde, el Rey. La carbonera. La niña de plata. La corona merecida. El vaquero de Moraña.

Acabada la campaña, que, como es de presumir, no produce el efecto que se deseaba, llega el Rey á su vuelta al valle de Moraña, y conoce á la disfrazada Princesa, que, á la verdad, le recuerda su hermana; pero que representa tan bien su papel, que lo engaña, y tan agradablemente, que al fin no teme descubrirse, y obtiene su aprobación para casarse con el Conde.

Todos los vasallos de la Corona se ven obligados á acudir á su llamamiento, y entre ellos el dueño de Moraña; éste nombra al Conde capitán de sus soldados, de suerte que lo fuerza á marchar en su propia persecución.

Lo cual demuestra que debe de existir cierta misteriosa afinidad entre el misticismo y la confitería. Esta se hallaba representada en la tienda de la Morana por dos armarios de pino pintado de azul con puertas de cristales, situados a entrambos lados del mostrador.

El vaquero de Moraña es un drama de los más interesantes, y lleno de encantadoras descripciones pastoriles. Un Conde, que reside en la corte de León, mantiene relaciones amorosas con una hermana del rey Bermudo, por cuyo motivo excita contra el odio del Rey; huye, pues, con su amada, y ambos, disfrazados de labradores, se refugian en la casa de un campesino, en el valle de Moraña.

Lo mismo la tienda de Graells que la de la Morana y el Saloncillo, se transformaban al llegar la noche en verdaderos arsenales. Cada uno de los que iban llegando dejaba arrimadas a la pared sus armas y pertrechos de guerra. Al salir tornaban a empuñarlas con un valor impávido, digno de la sangre cántabra que casi todos llevaban en las venas.

¡Qué suerte ha tenido usted en que le hubiese reconocido, don Feliciano! exclamó el señor Miranda mostrando su ancho estoque de hierro con puño de hueso. ¡Pues la de usted no ha sido pequeña, don Pedro! contesta el comerciante esgrimiendo en el aire una hoja fina y pavonada de Toledo. Para entrar en la tienda de la Morana era preciso bajar dos escalones.

¿Ha leído usted el papelucho de don Rosendo? preguntó por la noche en casa de la Morana a don Segis. Es de advertir que desde la primera gacetilla irreligiosa don Benigno no volvió a llamar de otro modo al Faro de Sarrió. , lo he leído esta mañana en casa de Graells. ¿Y qué le parece a usted de aquella indignidad? ¿Cuál? preguntó con sosiego el capellán.

En la serie de dramas, que mezclan la historia con caracteres y situaciones fingidas, ó cuyo centro es tal que no penetra en la historia general, cuéntanse La hermosura aborrecida, Las aventuras de D. Juan de Alarcos, D. Beltrán de Aragón, El primer Fajardo, D. Juan de Castro, Quien más no puede, La corona merecida, El vaquero de Moraña, etc.

El mejor alcalde, el Rey. La carbonera. La niña de plata. La corona merecida. El vaquero de Moraña. El duque de Viseo. El castigo sin venganza.