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Actualizado: 10 de junio de 2025
Tan grande es la miseria humana, que allí donde aparentemente no hay cualidades que sirvan de base a un verdadero amor, suelen encontrar alguna las gigantas fogosas como la hermosa viuda de Peribáñez.
La última escena es en la corte de Enrique III. Noticioso el Rey de la muerte del comendador de Ocaña, manda castigar severamente al matador: preséntase entonces Peribáñez; expone los motivos que tuvo para dar muerte á su ofensor, y sostiene que se ha visto obligado á hacerlo en defensa de su honor, sometiéndose al fallo de su justicia, si es culpable.
Peribáñez y el comendador de Ocaña. Los comendadores de Córdoba y Fuente-Ovejuna. El Hidalgo abencerraje. La envidia de la nobleza y el cerco de Santa Fe. Las cuentas del Gran capitán. El Nuevo Mundo descubierto, y algunas otras. 33 CAPÍTULO XIV. La Estrella de Sevilla. Porfiar hasta morir. El mejor alcalde, el Rey. La carbonera. La niña de plata. La corona merecida. El vaquero de Moraña.
Aparece al fin la Reina, á la cual se ha mandado buscar, y se rinde homenaje á su hijo como al sucesor legítimo del trono. La inocente sangre. La judía de Toledo. Los novios de Hornachuelos. Peribáñez y el comendador de Ocaña. Los comendadores de Córdoba y Fuente-Ovejuna. El Hidalgo abencerraje. La envidia de la nobleza y el cerco de Santa Fe. Las cuentas del Gran capitán.
Peribáñez emprende su marcha con los soldados, pero apenas llega al primer paraje, en donde ha de pernoctar, cuando se apresura á regresar á su aldea, y por una puerta excusada se desliza en su casa y se oculta. Oye al poco tiempo ruido de pasos: son del comendador, que, como antes, ha encontrado medio de llegar hasta la habitación de Casilda.
El comendador aprovecha esta ocasión de acercarse á ella, pero es rechazado con desprecio, sospechando ya sus propósitos; su desdén acrece el amor del comendador, induciéndolo á disfrazar uno de sus criados para entrar como segador al servicio de Peribáñez, y facilitar á su amo la entrada en su casa.
Por ti y tus vicios estoy empeñada en más miles que pesas, trapalón, y cuando toquen a embargar, la viuda de Peribáñez el de Candelario tendrá que ponerse al buñuelo, a la castaña, al aguardiente o al mondongo.... Sacados te vea yo los ojos, hi de mujer mala.
Ya entonces no duda Peribáñez del peligro que amenaza á su honra, ni en ejecutar el proyecto, que ha concebido por esta causa. No es posible esquivar la orden del comendador. Sale, pues, al frente del destacamento, y promete solemnemente, delante del comendador, al ceñirle la espada, que la empleará en defensa de su honor.
Lope Meléndez, ansí Se humillan cuellos bizarros De vasallos tan soberbios. Esta escena admirable ha sido imitada por Moreto en su famoso Valiente justiciero . Peribáñez y el comendador de Ocaña, Los comendadores de Córdoba y Fuente-Ovejuna, son tres dramas de asuntos análogos, en cuanto los tres tienen por objeto representar la tiranía y los abusos de los comendadores de las Ordenes militares.
Estas fiestas, juegos y cantos son de repente interrumpidos por lamentos, que se oyen detrás de la escena, y pronto la invade una multitud de gente del comendador de Ocaña, que, habiendo querido hacer gala de su destreza en una corrida de toros en las inmediaciones, se ha caído con su caballo, y está casi moribundo. Peribáñez acoge en su casa al herido, y le prodiga los más afectuosos cuidados.
Palabra del Dia
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