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Actualizado: 3 de junio de 2025
Dirigióse á mí sonriendo y me dijo: «¿Quiere usted que bailemos un poco?» Al mismo tiempo escuché los acordes de un vals de Strauss, tocado admirablemente por una orquesta invisible. Nos pusimos á bailar. Ella se abandonó en mis brazos como una niña y corrimos el salón de un cabo á otro sin tocar apenas en el suelo. Yo, sin gastar preámbulos, le declaré mi amor con palabras fogosas y apasionadas.
Era una profunda grieta abierta en el terreno, a semejanza de las que resultan de un cataclismo; pero no había sido abierta por las palpitaciones fogosas del planeta, sino por el laborioso azadón del minero. Parecía el interior de un gran buque náufrago, tendido sobre la playa, y a quien las olas hubieran quebrado por la mitad, doblándole en un ángulo obtuso.
Resultado de todo fue que, para dar expansión a las fogosas emociones que la noticia había despertado en su alma y para dar claro testimonio al mundo entero del profundo disgusto que un matrimonio tan extravagante les causaba, la juventud laciense dispuso una soberana farsa a cuyos comienzos asistimos.
D. Agustín Durán ha puesto de relieve, con su penetración acostumbrada, uno de los rasgos originales de este autor en el trazado de caracteres: «Los hombres de Tirso dice en el prólogo á sus comedias de la Biblioteca de Autores Españoles de Rivadeneyra, son siempre tímidos, débiles y juguete del bello sexo, en tanto que caracteriza á las mujeres como resueltas, intrigantes y fogosas en todas las pasiones, que se fundan en el orgullo y la vanidad.
Algunas tardes, en el desorden del lecho, el tañido de «la campana de don Miguel» sorprendía a Ojeda hablando seriamente de un gran negocio, de una combinación con amigos del club, indiferente y frío ante la carne adorada que no podía contemplar en otros tiempos sin cubrirla de fogosas caricias.
Cree que vivir es saber; él ha vivido; mas está persuadido de que sabe más, y no ceja un punto: hé aquí la intolerancia. Cree tambien que lo que su Hacedor no le concede, no debe ser bueno en ningun otro hombre; su Hacedor le niega las pasiones activas y fogosas, la voluptuosidad, el deleite, la emulacion, la fantasía, y ve en todos los goces anteriores otros tantos hechos rebeldes.
¿Qué hay? dijo ella, con la misma frialdad, volviendo la cabeza. Escucha, por Dios, un momento.... Te he dicho eso arrebatado por los celos, pero sin intención de herirte.... ¿Cómo he de ofenderte yo a ti cuando te quiero, te adoro como a un ser sobrenatural?... A éstas siguieron otras muchas palabras fogosas empapadas de cariño, mejor aún, de devoción.
Miguel hizo protestas fogosas: se presentó, de buena fe, como un ser excepcional también, como un herido de la gran batalla de la vida, el corazón goteando sangre y desengaños; relató igualmente un sin número de sueños, pasiones y genialidades, ponderó sus amarguras, las noches de insomnio, las vagas inquietudes.
Las cabezas, harto calientes ya por el alcohol, después de aquel fugaz enfriamiento, se pusieron más fogosas. Vino el período de las canciones báquicas, desacordadas; las frases obscenas menudearon entre ellos y ellas. Un barbián salió a bailar el tango con Matilde la Serrana, mientras Concha les batía las palmas y cantaba con voz opaca de prostituta.
Por esto, la monja que estaba de guardia pasaba revista a los dormitorios a diferentes horas de la noche, y como sorprendiese murmullos de secreteo, imponía severísimos castigos. Los trabajos eran diversos y en ocasiones rudos. Ponían las maestras especial cuidado en desbastar aquellas naturalezas enviciadas o fogosas, mortificando las carnes y ennobleciendo los espíritus con el cansancio.
Palabra del Dia
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