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Por esto pudo notar la señorita Rita la piedad de Paula bien pronto. «La hija de Antón Raíces, le dijo al señor cura, tira para santa, no sale de la iglesia». El cura habló a la chicuela, y aseguró a Rita que era una Teresa de Jesús en ciernes. En una enfermedad del ama, el párroco pidió a Raíces su hija para reemplazar a Rita en su servicio. Rita sanó pero Paula no salió de la Rectoral.

No les puedo ocultar a ustedes, que aunque lo sentía por el arte, me alegraba de que Clotilde se casara: la mujer siempre necesita el amparo del hombre. Y lo cierto es, que eran dignos el uno del otro por la figura: Inocencio tenía una presencia muy simpática. En el teatro no se hablaba de otra cosa más que de este matrimonio en ciernes.

La carta fué y afufóse la tórtola, e ansí quedaron en flor e ciernes los amores de Egas e de Aldonza, fincando burlados los curiosos de ver que fruto e injerto hubiera salido de cruzar dos cartas tan eminentes por su huero magín.

Y sin embargo, García era el amigo más íntimo que tenía el señorito Tristán, su condiscípulo y un catedrático en ciernes. Su amistad databa de la Universidad. Un día en que a Tristán le tocó la conferencia, la pronunció con tal galanura que el profesor, sorprendido agradablemente, manifestó que se felicitaba de haber hallado al fin un discípulo de tan claro entendimiento y de palabra tan fácil.

Había allí también literatos franceses, aunque de quinto o sexto orden, o de aquellos cuya celebridad y gloria estaban aún en ciernes o en capullo, sin acabar de florecer y de abrirse a la clara luz del día; periodistas de varios partidos y media docena de banqueros o aprendices de banqueros, unos israelitas y otros católicos.

Ahora, ahora voy cayendo en ciertas cosas...: las entrevistas del duque con el empresario, la constancia con que esa Norma en ciernes asistía a las representaciones..., ya se van despertando mis quién vives. ¡Despertar los quién vives! dijo el barón ¡Qué expresión tan singular! Es una metáfora muy común repuso Rafael.

La estación da bachilleres en artes con más abundancia que trigo, y es un contento ver tanto sabio como sale á las anchas esferas del mundo. Por todas partes, matemáticos jugando al trompo, químicos que saltan en la comba, y filósofos que cabalgan en un palo. Los abogadillos en ciernes inundan los pueblos, y al verles, los autos agitan alegres sus macilentas hojas.

En casa del rico, como en la del menestral, jamás faltaba un bien abastecido palillero, testimonio indiscutible de la refinada cultura de sus habitantes. Señaló don Rosendo un diván a su hijo en ciernes, y éste, asustado, dejóse caer en él hundiéndole profundamente.

Tales sentimientos son mera y vil flaqueza indigna del grande hombre, del super-hombre en ciernes. Derríbense tronos y altares, niéguense como absurdas todas las religiones reveladas, y anúlense o deróguense cuantas son las constituciones sociales y políticas, si sólo sobre las ruinas y escombros de todo ello ha de fundar su imperio la superhumanidad futura.

Gracias a una de estas sorpresas, y secundado con energía por algunos muchachos, que al verle tan asiduo en la asistencia le respetaban ya como un sabio en ciernes, consiguió Miguel ser secretario tercero de la junta directiva, encargado del alumbrado y calefacción.