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Actualizado: 2 de julio de 2025
No quiero hablar de las otras muchas levitas y gabanes flamantes que se veían por Madrid, ni de las señoras que trocaban sus anticuados trajes por otros elegantes y de última novedad. Este es un fenómeno histórico muy conocido.
Deste modo salieron y se retiraron todas las dos figuras de las dos escuadras, y cada uno hizo sus mudanzas y dijo sus versos, algunos elegantes y algunos ridículos, y sólo tomó de memoria don Quijote -que la tenía grande- los ya referidos; y luego se mezclaron todos, haciendo y deshaciendo lazos con gentil donaire y desenvoltura; y cuando pasaba el Amor por delante del castillo, disparaba por alto sus flechas, pero el Interés quebraba en él alcancías doradas.
Si el lenguaje y el estilo no fuesen claros y hasta cierto punto elegantes, pudiera ocurrirnos algo parecido a lo que ocurrió a la mona que trató de comerse la nuez verde y que la arrojó con desdén o con rabia al probar la amargura de la cáscara, sin llegar a comerse el sabroso fruto que dentro se escondía.
Di ajumao, que es más bonito y atenúa un poco la gravedad de la falta. Pues como estabas ajumaíto, no eras responsable de lo que decías. Pero qué, ¿se me escapó alguna palabra que te pudiera ofender? No; sólo una media docena de voces elegantes, de las que usa la alta sociedad. No las entendí bien. Lo demás bien clarito estaba, demasiado clarito.
Hasta la singular estructura interior del café contribuía á hacer interesante la escena, pues había cierta semejanza con las casas elegantes que he descrito, pudiéndose observar desde uno de los altos balcones que dominaban el gran salón todos los grupos y pormenores simultáneamente.
Otras son más guapas, otras tienen más ingenio, otras hay más elegantes; y sin embargo, es el número uno, el número único. De gustarme pasa a enloquecerme, y noto en mí lo que no había notado nunca, una alegría, una tristeza... ganas de llorar, de reír, y aun de hacer el tonto delante de ella. Nada, que a los cuarenta y ocho años me sale el sarampión y la edad del pavo.
«Pues apechuguemos con las novedades» dijo Isabel a su marido, observando aquel furor de modas que le entraba a esta sociedad y el afán que todos los madrileños sentían de ser elegantes con seriedad.
La Rua d'Ouvidor es la principal calle de Rio Janeiro, por la importancia de los elegantes comercios que la adornan: es recta y desemboca en la rua Dereta, que, como ya he indicado, es de las mejores de la ciudad.
En este punto de la situación económica, ya no entra por nada la fantasía del Barón. La pura verdad acude en su abono y le concede justa alabanza. El Barón es un prodigio de arreglo y de economía. No disimula su pobreza, pero tampoco la deplora. En los círculos más elegantes se presenta siempre con el decoro propio de su clase. No juega, ni bebe.
Traen lindos muebles, muchos libros, algunos cuadros y no sé cuántas otras baratijas elegantes, que han comprado por esos mundos, y principalmente en París, Roma, Florencia y Viena.
Palabra del Dia
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