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Actualizado: 14 de julio de 2025
Quilito ensayaba el frac delante del espejo. ¡Cuán equivocada estaba! era excelente... y luego tan cariñoso con sus hermanas, y Susana y Angelita se lo merecían todo, francamente. ¿No le parecía que los faldones no caían bien? Lo que no cae bien replicó con acritud misia Casilda, es tanto elogio de osa gente en tu boca.
La sangre azul de los Sanchiz brincó de cólera en las venas de D. Antonio, de Antoñito, de sus hermanas y hasta en las del banquero, su cuñado, que no la tenía. Hubo de sufrir activa y feroz persecución.
Los estudiantes, no, esos no estaban por las calles, aunque en los balcones tenían a sus hermanas y a sus novias: los estudiantes estaban en la procesión, vestidos de negro, y entre admirados y envidiosos de los muertos a quienes iban a visitar, porque estos, al fin, ya habían muerto en defensa de su patria, pero ellos todavía no: y saludaban a sus hermanas y novias en los balcones, como si se despidieran de ellas.
Las dos hermanas, algo tristes por la ausencia de sus prometidos, tenientes de húsares, se entretenían en visitar los hospitales y pedir á Dios que castigase á la traidora Inglaterra. El capitán von Hartrott llevó lentamente á su tío hacia el castillo.
En las cuestiones con sus hermanas, siempre tenía razón Melchor, y las niñas podían carecer de lo más preciso para que Melchor disfrutara de lo superfluo. Doña Laura comía mal o no comía para que su hijo fumase bien. A D. José se le negaba el vino en la mesa para que Melchor pudiese tomar café y no hacer un mal papel entre sus amigos.
Margarita continuó con la entonación propia de un relato sencillo era una de mis hermanas adoptivas: cuando yo entré en su casa para partir con ella el pan de su familia, para vivir como un nuevo hijo bajo el techo común, Margarita tenía cuatro años; era rubia, blanca, pálida, con los ojos azules, y la sonrisa benévola, sonrisa en que se exhalaba un alma de ángel.
Disponíame yo para ir a pasar a su lado el corto tiempo que creía permanecer en Francia, y me hallaba en París con el objeto de ir preparando los regalos que tenía por costumbre llevar a mi madre y a mis hermanas siempre que las visitaba, después de un largo tiempo de ausencia.
Isla maravillosa, sultana bella y grácil a quien vemos ansiosa poner oro y corales sobre el nativo altar, y buscar en la arena de sus sonoras playas, como sus dos hermanas, cual Luzón y Bisayas, la perla de un ensueño que no quiere llegar...
Aunque en realidad, hoy por hoy, con la libertad que se deja a nuestras niñas y con tanta perversión como hay en las costumbres, las peores suelen ser esas que más apariencia tienen de ingenuas y de buenas. Oye: hoy no podemos estar seguros ni de la virtud de nuestras hermanas.
A la fiesta habían sido convidados todos los íntimos: Borrén, otro alférez llamado Palacios, la viuda de García y sus niñas, de las cuales la menor era Nisita, la rubia de los barquillos, y por último, la maestra de piano de las hermanas de Baltasar.
Palabra del Dia
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