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Así, para la credulidad fundamental del niño, del salvaje y del ignorante, las explicaciones son tanto más creíbles cuanto son más disparatadas, más extraordinarias, más fantásticas, que es decir, más atrayentes, más impresionantes sobre la imaginación predominante en ellos.

Esta intemperancia de lenguaje y las marcas de conmiseración que provocaban, no eran del gusto de Liette; pero el respeto filial ahogaba las sublevaciones de su delicadeza y, replegándose más aún en ella misma, oponía una política reserva a todas las insinuaciones y rehusaba sistemáticamente las invitaciones que les proporcionaban las maneras más atrayentes de la viuda, con gran desesperación de ésta, que suspiraba en medio de sus trapos y sacaba los trajes «aún muy presentables» que hubieran acabado de deslumbrar a la buena gente de Candore.

De buena estatura, bien tallada, de sedosa piel y con unos melancólicos ojos grises, tenía muy amables maneras y la sonrisa, de sus labios carnosos formaba en sus mejillas aquellos atrayentes hoyuelos que el pueblo llama «nidos de amor». Inteligente y de percepción pronta, hacía lo que quería del gordo Princetot, quien por completo entregado a su comercio de vinos, le dejaba gobernar la hospedería a su gusto, cosa que hacía ella a las mil maravillas.

EL JUEZ. ¡En efecto! ELOY. Puede usted felicitarme tanto más cuanto que la señora Genvrain, sin que horripile, tampoco puede pasar por una belleza. Así, las señoritas subvencionadas no resultan ya tan atrayentes. ELOY. No tengo opinión sobre este asunto, porque nunca quise verlas de cerca.

Las playas de Ramírez y de Pocitos son atrayentes sitios de recreo donde la gente se reúne por placer; y los muchos lugares de paseo en coche, cerca de la ciudad o en los jardines públicos, dan una agradable idea de los rasgos característicos de la ciudad.

Caemos en las ridiculeces de esas madres que alaban sin cesar a sus hijos delante de personas que ningún interés tienen. Además, aunque el estado de cristalero sea un estado noble, no faltan otros igualmente atrayentes. Seamos justos. Si todo el mundo fuera cristalero, ¿qué sería de nosotros, mi querido maestro?

Las mujeres bogotanas no desmerecen, por cierto, de sus hermanas de América. Son generalmente pequeñas, muy bien formadas, atrayentes por la pureza de su color, y sobre todo, para uno de nosotros, por el encanto irresistible de la manera de hablar. Tienen una música cadenciosa en la voz, menos pronunciada que la que se observa en nuestras provincias del Norte.

Seductora es la belleza, atrayentes la espiritualidad y el donaire; pero es la dulzura la que más retiene al hombre. Y la felicidad del matrimonio está en retenerse mutuamente. Palabras suaves, conceptos delicados, ademanes tranquilos forman el mayor encanto de la mujer.

En los del hombre no descubría presagio de infortunio; antes al contrario, estaban expresivos, atrayentes, llenos de promesas dulcísimas. En cambio ¡hay momentos en que las cosas hablan! el faldellín y las botas de raso parecían augurar más sinsabores que el coro de la tragedia antigua. Un reloj de cuco que había en el pasillo inmediato, dio pausadamente las tres de la madrugada.