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El día 2 de Febrero de 1800, el convento de santa María la Real, de Sevilla, vióse engalanado y lleno de concurrencia, en la que figuraban muy señaladas personas de la ciudad, las cuales presenciaron la profesión religiosa de la antes tan aplaudida y festejada actriz Rosa Pérez, que se convirtió en sor Rosa de Jesús María.

Verdad es que la fachada del teatro Español no ostentaba los primores del revoque moderno, que confunde en sabrosísimo consorcio los edificios públicos y los platos de huevos moles adornados de clara batida, donde las Góngoras lucen la habilidad de sus manos para delicia de los fieles golosos; verdad es que aquella tierra inculta no se habia engalanado todavía con la improvisada exuberancia de la naturaleza municipal; pero no es ménos cierto que la Plaza de Santa Ana, sin sus tenduchos de madera en que los gorriones morian tan rabiosos y desesperados como Werther, en que los grillos se ensayaban para cantar zarzuela, en que los titís y las cacatúas daban con sus asquerosas miradas y con su coquetismo, abundantes pruebas de que los vicios y flaquezas son lo que más une al hombre con los animales; sin todo eso, repito, la Plaza de Santa Ana será todo lo que se quiera... ménos la Plaza de Santa Ana. ¿Quién, cuando muchacho, no se ha extasiado ante aquellos destartalados cajones? ¿Quién, por el módico precio de dos cuartos, no ha comprado, al mismo tiempo que la pobre víctima, el cargo de verdugo, ejercido con tanta inocencia como resolucion?

Era la valerosa pitillera chiquita y delgada; tenía a la sazón el rostro encendido, ladeado el tricornio, y con picaresco ademán repicaba un pandero roto ya, y muy engalanado de cintas. Ana y Amparo figuraban entre los grumetes. La Comadreja hacía un grumete chusco, travieso y cínico; Amparo, el más hermoso muchacho que imaginarse pueda.

Poco después el fraile y el poeta estaban dentro de la casa, cuya puerta volvió á cerrarse. Hora y media antes de los últimos sucesos podía verse en la casa donde acababan de entrar Quevedo y el padre Aliaga, un extenso salón magníficamente engalanado.

El autor de este comunicado escribe por primera vez para el público; por lo cual, si sus reflexiones no se presentasen llenas de elocuencia y adornadas del estilo correcto y engalanado con que otros se producen por escrito, suplico á los lectores toda su induljencia, satisfechos que cualquier falta que se le notare puede y debe ser dispensada por el esceso de patriotismo y amor á su patria de que está animado, y que decaerá cuando acabe su existencia; de otro modo, no.

Hablábase en un grupo el vascuence, en otro el francés, aquí el alemán y allá el inglés; y para colmo de mi sorpresa, el sombrío palacio de los Trasierra, sobre el punto más elevado de la población, y en otro tiempo cerrado y misterioso, como si dormitara entre los recuerdos de su época, había abierto anchas puertas á la moderna luz y engalanado sus fachadas; y no descansaba como antes sobre escombros y zarzales, sino sobre ameno y florido campo; cultivado por diestro jardinero.

Bien quisiera don Juan vestir de manera que la ropa favoreciese su buen talle; alguna vez imaginó verse engalanado con capotillo de terciopelo negro, esmaltado por la venera roja de Santiago, gregüescos acuchillados de raso, calzas de seda, zapatos de veludillo, chambergo de plumas, con su joyel de pedrería, guantes de ámbar, espada de taza y lazo, y escarcela, bien preñada de doblas: pero no siendo carnaval todo el año, se ha resignado a usar prosaicos pantalones de patén, levitas de tricot y americanas de chiviot, conservando como único elemento práctico de otros tiempos las monedas de oro que lleva en el bolsillo del chaleco, por cierto en abundancia, aunque parezca inverosímil.

En él maltrata al pobre doctor sin compasión; dice que vive con los retazos de las comedias de Lope de Vega, y que se hizo sacerdote para plagiar en todo á su modelo; que se ha engalanado con el título de doctor para que lo confundan con Mira de Mescua, y que ha robado una comedia entera á Villaizán.

Ministro de Marina inició entonces el movimiento de contramarcha y al volver por el costado de cada uno, las voces, las músicas, los cañones, repitieron la salva por despedida, dando ya el sol con espléndida luz, brillo al engalanado de banderas; contento á los espectadores que habían salido del puerto en embarcaciones de vela y de vapor.

La Comisión ejecutiva, no obstante, ha estimado oportuno decorar la popa con adornos de la época, de poco realce, formando doselete donde se resguarda la imagen de la Virgen nuestra Señora, como era costumbre poner en las naves de cierta importancia ó que se construían con fin determinado desde los tiempos de D. Alfonso el sabio , y para el engalanado ha preferido á la pavesada sencilla de lienzo rojo y blanco, la de los paveses pintados con las armas y blasones de Castilla, León, Aragón y Sicilia, más propios y usados en los navíos de guerra.