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El señor Anguita, que no se calentaba, a pesar de hallarnos en los días más terribles de agosto, había adquirido recientemente un pandero con el retrato de una chula, y se había vuelto loco y casi nos había vuelto locos a todos. Ramoncita, siempre en conversación grave, importantísima, con sus amigas jamonas y solteras.

Una joven cobriza, hermosa y sucia, con el pelo revuelto, grandes aros en las orejas y un delantal de rayas multicolores, bailó bajo el emparrado, moviendo en alto un pandero que era casi del tamaño de una sombrilla. Dos chicuelos vestidos de antiguos lazaroni, con gorro rojo y las piernas remangadas, acompañaron dando gritos la agitada danza de la tarantela.

Yo se lo compraré, yo, yo. ¿Verdad, hijo?... Ven acá, ven acá, que la tía se marcha. Oye ..., dame una peseta. ¿Para qué? Vaya que estás lela... Para el pandero». Diole Isidora la peseta, y la Sanguijuelera se fue gruñendo.

Para que ningún humano oído quede en estado de funcionar al día siguiente, añaden al tambor esa invención del Averno, llamada zambomba, cuyo ruido semeja á gruñidos de Satanás. Completa la sinfonía el pandero, cuyo atroz chirrido de calderetería vieja alborota los nervios más tranquilos.

Yo había sido una especie de Colón, el Colón del trabajo; y una especie de Hernán Cortés; yo había descubierto en un Nuevo Mundo, y después de descubrirlo, lo había conquistado. Alábate, pandero dijo Sofía riendo. Si hay héroes en el mundo, eres uno de ellos afirmó Carlos, demostrando gran admiración por su hermano.

Usted lleva aquí poco tiempo. Aguarde algo más y le tenderán la red de la lección particular. LORENZA. ¿Qué lección...? EL MODELO. ¡Verá usted...! El buen Joaquín es presidente del Jurado en el salón de Artistas. Le aconsejará que acuda a la Exposición; usted irá a trabajar a su casa, a razón de cien francos diarios; mediante lo cual él le retocará el pandero. LORENZA. ¿El pandero...?

Has nacido en la huerta de Valencia hueles a naranjal y a limonero, y en tus ojos, de encanto zalamero, brilla como una estrella tu inocencia. Llena la Huerta tu gentil presencia y encantas con tu gracia al mundo entero, haciendo resbalar por el pandero tus dedos, que de nardos son la esencia.

Salióse en esto Teresa fuera de casa, con las cartas, y con la sarta al cuello, y iba tañendo en las cartas como si fuera en un pandero; y, encontrándose acaso con el cura y Sansón Carrasco, comenzó a bailar y a decir: ¡A fee que agora que no hay pariente pobre! ¡Gobiernito tenemos! ¡No, sino tómese conmigo la más pintada hidalga, que yo la pondré como nueva!

Reyes comprendía bien que, sin culpa suya, se iba convirtiendo en el enemigo de sus afines, enemigo vencido y humillado gracias a que su mujer le entregaba indefenso, atado de pies y manos, a cuantos parientes quisieran hacer de él un pandero.

Mama Salomé, reina de mojiganga o de mentirijillas, no se parecía a los soberanos de verdad, que cuando sus vasallos los echan del trono poco menos que a puntapiés, se van orondos a comer el pan del extranjero y engordan que es una maravilla, y hablan a tontas y locas de que Dios consiente, pero no para siempre, y que como hay viñas, han de volver a empuñar el pandero.