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Actualizado: 31 de mayo de 2025


Ya no era su fisonomía enteramente la de un perro ratonero como de niño; había mejorado un poco; no mucho; la mejoría principalmente consistía en que andaba más limpio, sin mocos en las narices, ni repegones en las mejillas; aquel pelo indómito había conseguido, a fuerza de pomadas y cosméticos, domeñarlo, y lo llevaba aplastado sobre las sienes como los chulos.

Pero el ruido de un ladrido agudo en el interior de la choza en el momento en que Eppie ponía la llave en la cerradura, cambió las intenciones del animal, y, sin más invitaciones, se marchó cojeando. El ladrido agudo era el signo de la acogida animada que les preparaba un ratonero negro inteligente.

Este te defendió como pudo; y á poco rato vino un porrazo que, con terribles aullidos, empezó á perseguir al ratonero. Luego vino otro perro, y otro, y otro: en dos segundos se reunieron allí doce perros, que armaron espantosa algarabía.

Mi primera pasión fue un perro ratonero. La verdad es que quien menos debía recriminar a Gloria por su alegría era yo. Sólo por una de esas aberraciones con que el sistema nervioso, excitado, nos atormenta, podía hallar mal una conducta que era el testimonio más convincente del entrañable amor que me profesaba.

Los dioses del hogar existen todavía para nosotros. ¡Que toda nueva fe tolere este fetiquismo, si no quiere de otro modo perjudicar sus raíces! Silas comió más silenciosamente que de costumbre y pronto puso a su lado su tenedor y su cuchillo para seguir con la vista medio distraída a Eppie que jugaba con el ratonero Snap y con la gata, lo que prolongaba mucho el almuerzo de la joven.

Enrique vaciló algunos instantes, mas al fin se decidió a abrir con sigilo la puerta y escaparse por la escalera de servicio. Era Enrique un muchacho que guardaba en aquella época semejanza increíble con un perro ratonero de los que hoy tienen prestigio entre las damas; después se compuso bastante, pero aún es feo hasta donde un hombre de bien puede serlo.

Los edificios públicos, esto es, el Palacio municipal, la Aduana, el Juzgado, la Escuela y el Hospital «Pancracio de la Vega» amanecieron muy adornados con banderas de papel y festones de «rama de tinaja», y así la casa del Alcalde, la de Venegas y la de Jurado. La procesión cívica, o, como dicen en Villaverde, el «paseo», salió muy «rascuacho» y ratonero.

Luchaban unos con otros, cayendo y levantándose en revuelta confusión, mordiéndose, saltando y atropellando entre los movimientos de su horrible contienda á Batilo y al ratonero, que, revueltos entre las patas de los contendientes, recibían los ultrajes de todos.

Un perro vivaracho y pequeño, descarado, ratonero, de éstos que pasean su vanidad por las calles de Madrid, se acercó al can melancólico, y le dió una embestida con el hocico. Batilo era muy tímido; pero sintiendo herido su amor propio, ladró. El ratonero, que no deseaba sino provocación, ladró también, atreviéndose á dar un mordisco al pobre faldero.

Palabra del Dia

irrascible

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