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Actualizado: 17 de mayo de 2025


Que las ideas del día hayan también.... ¿Será posible?... ¡También él!... El ámbito del comedor resonó con la vibración de dos suspiros que eran dos poemas. Pero ningún suceso grave resultó de aquel singular estado de sus caracteres, á no ser que quiera considerarse como tal el gran puntapié que se llevó el perrito Batilo sin motivo serio que lo explicara. #El complot. Triunfo de Lázaro.#

Clara se retiró entonces; anduvo á buen paso, y llegó, por último, á la plazuela del Espíritu Santo; subió más, hasta que se encontró en la esquina de la calle del Prado, y por allí pensó seguir, porque veía en ella bastantes personas, y creía encontrar allí quien la informara bien. Batilo iba delante.

Batilo, que sin duda entendió lo del peligro en que los jóvenes se hallaban, y quería probar que, aunque misántropo, era un perro resuelto á todo, ladró en un tono que quería decir: "Nada hay que temer mientras esté yo."

Solamente Batilo, el melancólico perro, que había perdido los hábitos de su raza y no sabía ni ladrar, estaba paseando su hastío por el comedor, rasguñando de vez en cuando la puerta de un armario, donde probablemente yacían los exiguos despojos de la carne servida en la mesa aquella tarde.

Entonces pasó una cosa singular: cuando la sastra se acercaba á la puerta, Batilo, el perro misántropo, que en aquella mansión había olvidado los hábitos propios de su raza, corrió tras ella, se agitó convulsivamente como quien hace un gran esfuerzo, y ladró, ladró como un mastín ante un salteador; persiguió á la mujer dando agudos aullidos, y hasta llegó á pillarle entre sus inofensivos dientes el traje y el mantón.

Después siguió andando lentamente; no se atrevía á volver, porque las risas habían cesado y se oían terribles imprecaciones. Algunas piedras, lanzadas por mano vigorosa, cayeron junto á ella. Batilo se volvió lleno de despecho y ladró como nunca había ladrado, con verdadera elocuencia canina. Después de esto, avivó Clara el paso y llegó á la calle de Alcalá.

Hasta se asegura que Batilo, el más taciturno de los perros conocidos, participó de la opinión general: se alzó sobre sus patas, alargó el hocico y ladró. Pasados los primeros momentos de confusión, Paz recobró aliento, y dijo con voz entrecortada por la cólera: Niña, esas ideas no me llaman la atención. Ya la conocíamos á usted de oídas.

Pero después volvió á quedar sumergida en su profunda ceguera. Las rodillas se le doblaban; el agua le habla calado toda la ropa; Batilo gruñía como un perro náufrago. A pesar del ruido de la lluvia, los gritos de las mujeres se sentían otra vez, discordantes, agudos, como confuso chirrido de pájaros nocturnos, resonando encima, allá arriba.

Instalado el perro en la casa, Salomé le puso nombre, y recordando las lucubraciones mitológicas y pastoriles de los poetas que en el tiempo de la Chinchón la obsequiaban con sus versos, le puso el nombre clásico de Batilo.

Luchaban unos con otros, cayendo y levantándose en revuelta confusión, mordiéndose, saltando y atropellando entre los movimientos de su horrible contienda á Batilo y al ratonero, que, revueltos entre las patas de los contendientes, recibían los ultrajes de todos.

Palabra del Dia

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