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Actualizado: 24 de mayo de 2025
Entonces fué cuando dediqué toda mi atención á las lucubraciones de mi antiguo predecesor el Inspector de Aduana Sr. Pue; y como mis facultades intelectuales se hallaban un tanto entorpecidas por la falta de conveniente uso durante largo tiempo, pasó también alguno antes de que me fuera dado trabajar en mi narración de una manera algo satisfactoria.
El editor que compraba y publicaba sus lucubraciones, no era tan resuelto en el pagar como en el imprimir, achaque propio de quien comercia con el talento; y D. Marcos, cuyo nombre sonaba desde las márgenes del Guadalete hasta las del Llobregat, desfallecía cubierto de laureles, sin más oro que el de su fantasía, ni otro caudal que el de su gloria.
Era su entendimiento tan pobre, que no hay noticia de que produjera nunca cosas de provecho, pues no han de tenerse por tales sus lucubraciones soporíferas sobre el origen de los poderes públicos y el equilibrio de las fuerzas sociales; era, además de corto, díscolo; porque jamás pudo adquirir ni sombra de método.
Pero en defecto de estas y otras sabrosísimas lucubraciones, he de transcribir una carta que doña Juana escribió a cierta su amiga íntima de la ciudad, al día siguiente de la fiesta, y que, corregida por mí, únicamente en lo más indispensable de la ortografía, para mejor inteligencia del lector, al pie de la letra decía así: «Ya habrá usted visto por los papeles, cómo pensábamos dar en casa reuniones de tono.
Jugaba al escondite con los niños, les fabricaba pajaritas de papel, jugaba al dominó con la abuela, servía a la madre de devanadera, oía con paciencia y fingida atención las lucubraciones socialistas y humanitarias del padre, encantaba a todos; llegaba a ser el tertulio necesario, el paño de lágrimas, el consejero, el mejor ornamento de la casa; la llenaba con su hermosa presencia; era dulce, cariñoso, tenía blanduras de padrazo; cuidaba de los intereses domésticos como si fueran propios, hasta ponía paz entre los criados y los amos.
Imaginé que con su mano espectral, la majestuosa figura del Inspector Pue me había dado el símbolo escarlata y el pequeño manuscrito que lo explicaba; y que también con su voz espectral me había exhortado á que, como una prueba de deber filial y de respeto hacia él, que podía considerarse oficialmente mi antepasado, diese al público sus lucubraciones ya mohosas y roídas por la polilla.
Instalado el perro en la casa, Salomé le puso nombre, y recordando las lucubraciones mitológicas y pastoriles de los poetas que en el tiempo de la Chinchón la obsequiaban con sus versos, le puso el nombre clásico de Batilo.
En el recinto doméstico no daba cuenta de ellas a nadie, porque doña Mónica no parecía interesarse, y en cuanto a Freire, una vez que le comunicó tímidamente algunas de sus lucubraciones filosóficas hizo indigna chacota de ellas y le preguntó si pensaba solicitar la cátedra de metafísica de la Universidad Central que estaba vacante.
Y cuantos más esfuerzos hacía para sujetar su imaginación y enderezarla á un resultado práctico, más se turbaba y más se perdía en un piélago de lucubraciones absurdas. Lo único que vió claro fué la imposibilidad de intentar por su cuenta nada con el conde. Era necesario darles aviso á ellos; pero ¿en qué forma y por qué medios? Después de mucho vacilar, se resolvió á ir él mismo á la Segada.
¡Qué gusto, saber lo que piensan esos bribones de hombres, cuando no las echan de gran corazón!... ¡Cuánto me alegro de que me admita usted a conocer las lucubraciones de esos caballeros!... Y con más motivo dijo la de Ribert, puesto que encuentro que las dos cartas de que se trata, le convienen a usted bastante...
Palabra del Dia
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