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El editor que compraba y publicaba sus lucubraciones, no era tan resuelto en el pagar como en el imprimir, achaque propio de quien comercia con el talento; y D. Marcos, cuyo nombre sonaba desde las márgenes del Guadalete hasta las del Llobregat, desfallecía cubierto de laureles, sin más oro que el de su fantasía, ni otro caudal que el de su gloria.

Rafael, que vas de frente. ¿No ves ninguna luz? Nada. El rojo reflejo de la antorcha chocaba en las enormes bolas de hojas que asomaban sobre el agua o se hundía en el espacio, ahogado por las húmedas y pesadas tinieblas. Así vagaron algunas horas por la campiña inundada. El barbero no podía más; había entregado los remos a Rafael, que también desfallecía de fatiga.

Supongo que la naturaleza fangosa del terreno amortiguó la violencia del choque, pues me sentí vivo aunque herido. Uno de mis brazos había dado sobre el declive de material del cimiento y sentía un dolor tan agudo, que mi corazón desfallecía. Experimenté un corto aturdimiento. Fuí despertado por la voz desesperada de Margarita.

Llevaba ya lloviendo un cuarto de luna. Entre el bosque innumerable de menudos y apretados chorros de agua, desde la tierra al cielo, y cuya tupida y abovedada ramazón eran las nubes grises y cárdenas, el tembloroso lamento de las campanas basilicales se extraviaba y desfallecía. Era un domingo, noche ya.

A don Víctor se le saltaron las lágrimas al ver a su enemigo. En aquel instante hubiera gritado de buena gana: ¡perdono! ¡perdono!... como Jesús en la cruz. Quintanar no tenía miedo, pero desfallecía de tristeza; «¡qué amarga era la ironía de la suerte! ¡

En la muchacha tampoco tenía ya imperio la voluntad; desfallecía de amor, miraba y no veía, las palabras de don Juan no le parecían voces humanas; se le antojaba estar oyendo el ruido delicioso que las puertas de los cielos deben de producir al abrirse para que penetre en la gloria un elegido del Señor.

Aquella frase decía más que todas las recriminaciones y me penetró en el corazón como una estocada. He sabido que Julia estaba enferma le dije sin hacer ningún esfuerzo para disfrazar el temblor de mi voz que desfallecía. Supe también que la señora De Nièvres estaba delicada y vine a verles a ustedes. Hace tanto tiempo... Es verdad repuso el señor D'Orsel, hace mucho tiempo.

Y Leila su palabra entrecortaba, y estremecida de placer gemia, y hambrienta la belleza contemplaba de Ataide, que en sus brazos la estrechaba y de ansiedad y amor desfallecia. ¡Sígueme! Ataide al fin con voz medrosa y trémula exclamó; de la montaña en el seno selvático, gozosa, correrá nuestra vida venturosa bajo el techo de paz de la cabaña.

Toda su sangre fría la había abandonado. Cometió ligerezas sublimes que trascendían a desesperación. Ya no era bastante para ella socorrerme lo más cerca posible, prestarme ánimo cuando desfallecía, calmarme si me exasperaba. Notaba ella que su recurso mismo contenía llamas, y se empeñó en apagarlas vigilando hora tras hora mis pensamientos más secretos.

Dos lágrimas brotaron lentamente de sus ojos y empezaron a deslizarse por sus mejillas. No lo que pasó en . ¿Ni cómo describirlo, aunque lo supiera? Acerqué mis labios a su cara para enjugar el llanto, y se unieron nuestras bocas en un beso. Inefable embriaguez, desmayo fecundo en peligros invadió todo mi ser y el ser de ella. Su cuerpo desfallecía y la sostuve entre mis brazos.