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Actualizado: 18 de mayo de 2025


Aceptó gustoso, desensilló su mula, que unió a las nuestras, puso las valijas en un punto seguro, junto al cual tendió su cama, y en seguida se acercó al fogón y sentado en una piedra empezó a charlar, siguiendo atentamente los progresos del fuego.

El acaso te acercó a Magdalena y él también te hizo nacer seis o siete años demasiado tarde; esto, que para ti representa una desgracia, quizás es también un accidente lamentable para ella. Si otro ha llegado y casádose con ella, no ha hecho más que tomar lo que a nadie pertenecía; por eso, que tienes muy buen sentido, a pesar de poseer un gran corazón, nunca has protestado.

Su acompañante se paseaba cabizbajo a lo largo del muro más lejano del grupo. El cura Cañete comenzó a hablar como interrogando, luego acercó más su silla al enfermo y volvió a escuchar lo que éste hablaba.

Resultado, que la cuenta quedó reducida a poco más de la mitad. »Maissonnave quería que la Diputación le subvencionase un ferrocarril de Alicante a Alcoy con varios millones. Todos estaban pagados. A nadie se me acercó; pero el expediente nunca se despachaba.

¿Lo veis, don Francisco? ¿Lo veis? me llaman. Allá voy, allá voy, señora mía. Y se acercó al torno. La señora abadesa os ruega que subáis al locutorio. Allá voy, allá voy, madre tornera; ya lo oís, don Francisco. Y Montiño tomó por las escaleras como quien escapa. Andad, que aquí os ospero dijo Quevedo.

No causamos emoción de ninguna clase. Pepita se acercó a una joven rubia también y parecida a ella, que hablaba animadamente con otras, y la llamó varias veces antes que respondiese: Ramoncita... Ramoncita. Volvió al fin la cabeza y me miró con ojos distraídos. Te presento al señor Sanjurjo, un amigo de Villa...

Vino el cirujano, reconoció la herida, meneó la cabeza murmurando malorum, y tras el cirujano se acercó a la covacha el capellán, y oyó en confesión a Mañuco.

Misia Casilda se acercó, dando vueltas en su imaginación a esta idea: ¿Será cierto la marcha al Frigal? y si se van al Frigal, ¿será cierta la quiebra? El mal trago, pasarlo pronto: la señora entró, y sufriendo los codazos de los mozos mal olientes, a la verdad, subió la escalera sucia de polvo, deteniéndose, para dar paso a un mueble que bajaban o a un changador, que subía.

Echó la llave a la puerta, corrió a la ventana que daba al campo, la abrió, midió su altura, se alejó de ella murmurando algunas palabras sofocadas; se acercó en seguida a la mesa, encendió una pequeña lámpara, sacó el sobre de su seno y rompió el sello con mano trémula. ¡Oh! ¡Dios mío! balbuceó . ¡El reconocimiento de mi derecho de madre! ¡La condesa declara que ella ordenó el robo!

D. Benito estaba en pie en medio de su despacho oscuro, de techo bajo; estaba rodeado de escribientes que trabajaban en vetustos escritorios forrados de muletón verde. Los libros del protocolo, macizos y graves, de lomo pardo, estaban allí, con la solemnidad misteriosa que tal pavor supersticioso infundía en el alma romántica y nada jurisperita de Bonis. El notario se acercó a su amigo el Sr.

Palabra del Dia

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