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Esta pieza desenvuelve la bella leyenda, que ha servido recientemente á Charles-Nodier para escribir su Soeur Beatrix, y á D. José Zorrilla, para su poética leyenda de Margarita la Tornera. La frase estar en jerga significa que se ha empezado algo y no se acaba. Ved más adelante su explicación.

Madre Ignacia dijo doña Catalina , no me hagáis visita; de seguro estáis haciendo falta fuera. En verdad, señora, que ese torno no para en todo el día; pero no importa: allí he dejado á sor Asunción. Id, id, y por no faltéis á vuestra obligación, ni molestéis á nadie. Tengo además mucho en qué pensar, y no me pesaría estar sola. La tornera se inclinó profundamente y salió.

Aman al escondite. ¡Y verlos hablar quedito y de rezado! ¡Pues sufrir una vieja que riñe, una portera que manda y una tornera que miente! Y lo mejor es ver cómo nos piden celos de las de acá fuera, diciendo que el verdadero amor es el suyo, y las causas tan endemoniadas que hallan para probarlo.

He dicho de nuestra prima, porque hasta cierto punto vuestros parientes son mis parientes. ¿Os habéis propuesto mortificarme? No quisiera. Pero volvamos á nuestra conspiración. ¿Quién es el confesor de nuestra prima? Esperad; no por qué se me ocurrió preguntar eso mismo á la tornera, y me dijo que un fraile grave de San Francisco... fray José de la Visitación.

Hecha esta recomendación, Martín, muy erguido, se dirigió al convento. Aquí va a pasar algo gordo se dijo Bautista preparándose para la catástrofe. Llamó Martín, entró en el portal, preguntó a la hermana tornera por la señorita de Ohando y le dijo que necesitaba darle una carta. Le hicieron pasar al locutorio y se encontró allí con Catalina y una monja gruesa, que era la superiora.

En la revelación de Quevedo hay algo de cierto. ¡Las cosas han variado... pues bien... nuestra obligación es ayudar á Lerma... si Quevedo le sirviese de buena fe!... ¡oh! ¡don Francisco vale mucho! ¡pues bien! avisemos á mi tío, y él en su prudencia, en su sabiduría, sabrá lo que debe hacer. La abadesa salió del locutorio. ¿Quién ha traído esta carta? dijo á la tornera.

Demasiado; ¿y hace mucho tiempo que mi prima está confesando? Ya hace más de una hora. ¡Ah! pues tenemos para otra hora larga. Tal vez dijo la tornera. Decidme, madre Ignacia preguntó la condesa , ¿está vacía la celda aquella tan hermosa que está sobre el huerto?

Llame Vd. á la Madre abadesa, que traigo prisa, dijo la cabrita; si no, voy por el abejaruco, que le vi al venir por acá. La tornera se asustó con la amenaza, y avisó á la Madre abadesa, que vino, y la cabrita le contó lo que pasaba. Voy á socorrerte, cabrita de buen corazón, le dijo, vamos á tu casa.

Traía yo un tomo de versos, generalmente de Zorrilla. Angelina se encantaba con las leyendas del afamado poeta: «A buen juez, mejor testigo», «La Pasionaria», «Margarita la Tornera». Con ésta, sobre todo, que era para ella lo más hermoso de la poesía moderna. Me parece que veo a la anciana y a la joven muy diligentes y afanosas, oyendo atentamente los sonoros versos.

A más de ser abadesa de las Descalzas Reales, en cuya comunidad tenía la condesa mucha familia, era parienta suya. Cuando la condesa llegó al locutorio, la dijo la tornera: Será necesario que vuecencia espere; la madre abadesa está confesando en estos momentos. La condesa se mordió los labios, porque aquella detención la contrariaba.