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Actualizado: 12 de mayo de 2025
Y cuentan, y pelean, y saludan, y conversan, y hacen que toman té, y entran por la puerta de la derecha, y salen por la puerta de la izquierda: y la música toca sin parar, con sus platillos y su timbalón y su clarín y su violinete; y es un tocar extraño, que parece de aullidos y de gritos sin arreglo y sin orden, pero se ve que tiene un tono triste cuando se habla de muerte, y otro como de ataque cuando viene un rey de ganar una batalla, y otro como de procesión de mucha alegría cuando se casa la princesa, y otro como de truenos y de ruido cuando entra, con su barba blanca, el gran sacerdote y cada tono lo adornan los músicos como les parece bien, inventando el acompañamiento según lo van tocando, de modo que parece que es música sin regla, aunque si se pone bien el oído se ve que la regla de ellos es dejarle la idea libre al que toca, para que se entusiasme de veras con los pensamientos del drama, y ponga en la música la alegría, o la pena, o la poesía, o la furia que sienta en el corazón, sin olvidarse del tono de la música vieja, que todos los de la orquesta tienen que saber, para que haya una guía en medio del desorden de su invención, que es mucho de veras, porque el que no conoce sus tonos no oye más que los tamborazos y la algarabía; y así sucede en los teatros de Anam que a un europeo le da dolor de cabeza, y le parece odiosa, la música que al anamita que está junto a él le hace reír de gusto, o llorar de la pena, según estén los músicos contando la historia del letrado pobre que a fuerza de ingenio se fue burlando de los consejeros del rey, hasta que el consejero llegó a ser el pobre, o la otra historia triste del príncipe que se arrepintió de haber llamado al extranjero a mandar en su país, y se dejó morir de hambre a los pies de Buda, cuando no había remedio ya, y habían entrado a miles en la tierra cobarde los extranjeros ambiciosos, y mandaban en el oro y las fábricas de seda, y en el reparto de las tierras, y en el tribunal de la justicia los extranjeros, y los hijos mismos de la tierra ayudaban al extranjero a maltratar al que defendía con el corazón la libertad de la tierra: la música entonces toca bajo y despacio, y como si llorase, y como si se escondiese debajo de la tierra: y los actores, como si pasase un entierro, se cubren con las mangas del traje las caras.
Se habla de todo alegremente: los bruseleses hacen sus comentos locales; los viajeros se narran mutuamente sus aventuras y excursiones recientes; los artistas, los políticos y los literatos departen sobre los ramos que cultivan; las mujeres conversan sobre modas, flores y otras bagatelas agradables; la música completa la seduccion del interesante espectáculo; y el viajero se aleja luego de Brusélas llevando las mas gratas impresiones de esa capital hospitalaria, elegante, animada, liberal y progresista.
Baudry-d'Asson, un nulo de la derecha, cuyo faldón izquierdo está en manos del obispo de Angers, lanza improperios a cada instante, a pesar de los reiterados tirones de su mentor; a despecho del orador, se traban diálogos particulares insoportables; los ministros, en los bancos centrales, conversan con animación, mientras son vehemente y personalmente interpelados en la tribuna, y sobre toda aquella vocería, movimiento, exasperaciones, risas, gritos y denuestos, las tribunas silenciosas, graves, inmóviles en su perfecto decoro.
18 Porque hablando arrogantes palabras de vanidad, ceban con las concupiscencias de la carne en disoluciones a los que verdaderamente habían huido de los que conversan en error; 19 prometiéndoles libertad, siendo ellos mismos siervos de corrupción.
Les era necesario mucho tiempo para aproximarse unos á otros, pero el maravilloso aparato los mantenía en incesante comunicación, como un grupo de camaradas que conversan plácidamente haciendo el mismo camino. De vez en cuando, el telegrafista, avisado por el chisporroteo de sus bobinas, se calaba la diadema con orejeras para escuchar á los remotos camaradas.
Unos contemplan silenciosos los variados paisajes de la orilla, otros juegan á las cartas ó conversan en medio del estruendo de las palas, ruido de la máquina, silbidos de vapor que se escapa, mugidos de agua removida, pitadas de la bocina.
Se hablaba de aquellas cosas banales de que conversan en estas tertulias de domingo, la gente joven de nuestros países. El tenor, ¡oh el tenor! había estado admirable. Ella se moría por las voces del tenor.
El número de personas cristianas de que se compone la reducción al presente son unas 50, entre chicos y grandes; pero éstos no siempre asisten en la reducción, pues, acostumbrados a buscar su alimento en los montes, se entran por ellos a procurárselo, en donde tratan y conversan con sus parientes y amigos los infieles, estándose con ellos muchos meses, de lo que resulta el que tal vez no vuelven a la reducción.
Palabra del Dia
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