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Digo de esta antorcha lo que dije del epitafio de su ilustre vecino. La inteligencia de Rousseau lo alumbrará todo, menos el lecho, en que reposa. Luego visitamos ligeramente los sepulcros del arquitecto del edificio, Soufflot, de Bougainville, del mariscal Lannes, y de siete ú ocho generales y senadores del primer imperio. Entre aquellos sepulcros vimos como escombros ó tierra removida.

A la entrada del lugar, algunas tapias medio derruidas y varias fachadas conservaban señales de balazos: en un cerro cercano se divisaba tierra removida, piedras hacinadas como para formar parapeto, restos de una cureña rota, varios radios de una rueda quemada en una hoguera, cuyas cenizas aún no había esparcido el viento, y un par de sacos, acaso olvidados en la fuga.

Suponiendo que el cuerpo sustentado por la coluna estuviese afianzado de tal modo que no hubiese podido caer sin removerse la coluna, se podria formar la proposicion condicional: si el cuerpo ha caido, la coluna ha sido removida; la proposicion seria verdadera sin que la remocion de la coluna fuese causa eficiente de la caida del cuerpo.

De un cuerpo afianzado sobre una coluna de modo que no pueda caer sin que la coluna se remueva, se podria decir: si el cuerpo ha caido, la coluna ha sido removida; pero que baste la remocion de la coluna para la caida del cuerpo; pues que si este fuese específicamente menos grave que el flúido en que se halla sumergido, ó bien estuviese unido con otro que no le dejase caer, no caeria.

Sin base ya la nieve del talud y removida por lo alto, empezó a escurrirse hasta el istmo, donde se partía en dos cascadas que desaparecían en el barranco.

Unos contemplan silenciosos los variados paisajes de la orilla, otros juegan á las cartas ó conversan en medio del estruendo de las palas, ruido de la máquina, silbidos de vapor que se escapa, mugidos de agua removida, pitadas de la bocina.

Los trabajadores han caído a miles en esta obra: cada kilómetro tiene al lado un cementerio; las fiebres de la tierra removida, los reptiles venenosos, los caimanes de las ciénagas, han matado más hombres que en una batalla.

Cada uno se echó bajo un algodonero, acompañando con su jadeo los golpes sordos de la azada. Entretanto el calor crecía. En el paisaje silencioso y encegueciente de sol, el aire vibraba a todos lados, dañando la vista. La tierra removida exhalaba vaho de horno, que los peones soportaban sobre la cabeza, rodeada hasta los hombros por el flotante pañuelo, con el mutismo de sus trabajos de chacra.

¿Cómo fué el conseguir Abde-r-rahman tan grande sacrificio de los Cristianos? ¿Cómo el resolverse estos á abandonar su basílica principal á los Mahometanos? ¿No habian sido aquellos santos muros testigos de sus promesas y juramentos en las épocas solemnes de la vida? ¿No habian ellos escuchado sus votos, los votos de sus hijos y los de sus esposas al recibir los divinos Sacramentos? ¿Por ventura les era ya indiferente ver profanada aquella tierra que santificaban las preciosas reliquias de sus mártires; removida la pila bautismal que les habia abierto la entrada al gremio de los fieles; derribado el santo tabernáculo que constante y amoroso habia habitado el mismo Jesucristo trasustanciado en pan de vida eterna; despojada, desnuda y despedazada, por fin, el ara santa donde diariamente desde pequeñuelos, ellos, sus padres y sus abuelos, habian presenciado el Santo Sacrificio de la Ley? ¿Era posible que no tuviesen apego y cariño al baptisterio donde al nacer habian recibido la blanca vestidura de la inocencia y las armas de soldados de Cristo, al altar ante el cual se habian desposado, á todo aquel recinto, en fin, centro de su vida moral, donde habian aprendido á orar y á merecer, donde habian temido y esperado, entonado himnos y vertido lágrimas de amor y de penitencia? «Solo Dios omnipotente lo sabediremos nosotros segun la costumbre de los historiadores árabes cuando no aciertan á darse razon cabal de alguna cosa.

Un jirón de la más leve parecía la luna, apagada, flotando entre ellas en el azul blanquecino. Cerca de la ciudad, en los ruedos, el cultivo más intenso, de mejor abono, de mucha variedad y esmerado, producía en la tierra tonos de colores, sin nombre, exacto, dibujándose sobre el fondo pardo obscuro de la tierra constantemente removida y bien regada. Alguien subía por el caracol.