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Envuelto en un pendon ensangrentado En el pendon azul de la Nacion, Conducirán el cuerpo de un soldado Tendido en la cureña de un cañon, Y al pié de la pirámide de Mayo El cadáver del mártir colocando, De laureles su frente coronando Le votarán espléndida ovacion!

El cañoncillo, aunque es bien reforzado, no tiene alguna diferencia de otros cañones en su fábrica. Solamente la cureña es algo diversa, porque carece de ruedas, y está con su espigo dispuesta de tal suerte sobre un banco de la canoa, que puede con facilidad volverse á todas partes: y así en disparando á un lado, lo pueden volver y disparar al otro.

Todavía pasarán muchos años antes de que el cañón, trepado insolentemente sobre su cureña, deje de ser un argumento; pero hay que esperar que llegará un dia en que una plaza mercantil y un estrecho de mar no tengan otra defensa que el interes del progreso y la nocion de la justicia. El panorama que se domina desde las alturas superiores de Gibraltar es incomparable, como cuadro marítimo.

Sentaría sobre dos tablones adelante y atrás prolongados lo suficiente para dar, como base, mayor estabilidad al conjunto y á fin de que, no estando dicha base en contacto continuo con la cubierta de la nave, dejaran espacio é hicieran posible y fácil dar las fuertes trincas de cabo ó cuerda que hacían de la lombarda y su cureña un solo cuerpo, y tesarlas ó reforzarlas á medida que el ejercicio requiera mantener la sujeción.

Al siguiente día le hallaron en el mismo paraje, tendido boca abajo; había perdido el habla y estaba cubierto de contusiones. Esto le valió la bandera. Algunos dijeron entonces que el miedo no le había dejado menearse; otros, que se había agazapado bajo la cureña de una culebrina; pero ahora los nuevos soldados le miraban como a un héroe, y toda la población como a una gloria gaditana.

A la entrada del lugar, algunas tapias medio derruidas y varias fachadas conservaban señales de balazos: en un cerro cercano se divisaba tierra removida, piedras hacinadas como para formar parapeto, restos de una cureña rota, varios radios de una rueda quemada en una hoguera, cuyas cenizas aún no había esparcido el viento, y un par de sacos, acaso olvidados en la fuga.

Á fe mía, que más entiendo yo de manejar la espada y la pica que el arco, dijo Reno, pero he llevado tantos años entre arqueros que recuerdo haber presenciado prodigios. Buenos tiradores hay aquí, pero no como algunos que recuerdo. ¿Ves aquello? preguntó Yonson al veterano, extendiendo el brazo hacia una bombarda que á no gran distancia se alzaba sobre su poco airosa cureña.

Aquella buena gente tenía que subir una cuesta bastante pina y no podía más. «¡Hué!, ¡a una!, ¡con mil demonios! ¡Otro empujón!... ¡AdelanteTodos gritaban a la vez, empujaban las ruedas, y el pesado cañón, asomando el largo cuello de bronce entre la enorme cureña, por encima de las laderas, rodaba lentamente y estremecía el pavimento.

Valientes escuadrones Que en ardorosos potros Oís con lanza en ristre Los ecos del clarin, En cargas redobladas Romped esas legiones, Que alzan bandera roja Del campo en el confin! Tranquilos artilleros, Al pié de la cureña, Ardiente lanza-fuego Tended sobre el cañon; Y entre humo y entre sangre, Y en nubes de metralla Vomite cada bronce Muertes y destruccion!

Los falconetes ó versos fijos en la borda que equivalían á las piezas actuales de tiro rápido, eran de hierro batido, como las lombardas; se fabricaban de la misma manera, diferenciándose en el calibre menor; en que lanzaban proyectiles formados con dado de hierro revestido de plomo y en que no teniendo cureña, pues giraban verticalmente sobre muñones y horizontalmente sobre horquilla acabada en pinzote, tenían en la parte posterior un bastidor ó marco para afianzar con cuña el servidor, y una rabera con que lo manejaba el lombardero.