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Siguióle en el uso de la palabra el padre Ortega, que con el acento persuasivo y untuoso que le caracterizaba, después de darles, lo mismo al duque que a sus hijos un buen jabón de elogios disparatados para ponerlos suaves, apeló a sus sentimientos cristianos, les hizo presente el mal ejemplo que darían, les pintó las dulzuras del cariño y del sacrificio mutuo y concluyó prometiéndoles la gloria eterna.

18 Porque hablando arrogantes palabras de vanidad, ceban con las concupiscencias de la carne en disoluciones a los que verdaderamente habían huido de los que conversan en error; 19 prometiéndoles libertad, siendo ellos mismos siervos de corrupción.

No lloró Juanita, porque tenía muy hondas las lágrimas y rara vez lloraba; pero con acento conmovedor y apasionado les rogó que se callasen sobre lo ocurrido, prometiéndoles que en el término de seis meses ella les daría los ocho mil reales que el forastero se había llevado. Contaba para esto con la voluntad de su madre, de la cual estaba cierta de disponer como de su propia voluntad.

Y Dios bendijo la unión de los reyes Fénix e Isaura, colmándoles de hijos y prometiéndoles una vida tan larga que, si no han muerto han de vivir todavía. Observando la felicidad de sus hijos Cristela llegó a ser una viejita muy pulcra, que hilaba para sus nietos de la mañana a la noche en una rueca de plata. Mientras hilaba inventó un aforismo que haría enseñar en todas las escuelas del reino.

Empero al Padre José del Castillo, léjos de ceder á tanta resistencia, se determinó á entrar el solo en Moxos, en el año de 1674, y empezó por hacer cuantiosos presentes á sus habitantes, prometiéndoles muchos mas si consentian en ir á buscar junto con él algunos otros religiosos.

Penetrado Su Magestad de esta obligacion, no cesa, por espacio de tres siglos, de hacer lo posible en cumplirla, ya despachando continuas cédulas á los Vireyes y Gobernadores, exhortándoles á lo mismo, y prometiéndoles favores á los que se esmerasen en este tan cristiano celo; ya premiando colmadamente á los que en este punto se han adelantado, como se puede ver en las historias de este Nuevo Mundo; ya enviando continuamente ministros evangélicos á su costa, y señalando en casi todas las provincias buen número de soldados que les sirvan de escolta en sus ministerios.

Advirtieron los indios esto cuando ya los enemigos habían logrado su intento, y viéndose burlados con la pérdida de prendas tan amadas, por cuya defensa habían tomado las armas, se desanimaron totalmente, con que vueltas las espaldas como mejor pudieron, se retiraran á los bosques sin resistencia de los vencedores, que juzgaban que el amor á su sangre los traería esclavos voluntarios, como de hecho sucedió; por cuyo motivo los vencedores no los pusieron en prisiones sino que los trataron con afabilidad y cortesía, y vistieron á los caciques de trajes y aderezos vistosos, prometiéndoles mil dichas y felicidades en San Pablo y de esta manera engañarlos y tomarlos por guía para otras tierras y para llegar á la Reducción de San Francisco Xavier, que ya se había mudado, transportándola á la otra banda del río San Miguel.